sábado, 17 de noviembre de 2012

APRENDER A DETECTAR: ASUME TU RESPONSABILIDAD EN ESTE MUNDO





APRENDER A DETECTAR: ASUME TU RESPONSABILIDAD EN ESTE MUNDO.
 

 

En estos tiempos que corren hay mucha gente verdaderamente cansada de la situación general en la que vivimos. Todo esto que está pasando en el mundo y, que nos han vendido como una "crisis económica" cuando de lo que se trata es de una crisis social y de valores humanos, revierte directamente en los niveles de felicidad de la gente.

Las expectativas no son muy optimistas en lo que se refiere a la repercusión que puede tener para la salud mental de la población.

Y es que muchas veces nos preocupamos de nuestro estado de salud física y descuidamos u obviamos cómo nos sentimos por dentro, nuestra salud mental.

En el futuro más inmediato los niveles de estrés, ansiedad y tristeza se multiplicarán como consecuencia, no sólo ya de la vida condicionada, supedita, que estamos llevando. En el futuro más inmediato nuestra salud mental se verá perjudicada por los altos índices de frustración e impotencia que eso nos produce.

Por explicarlo de una forma gráfica, hemos entrado en un blucle en el que no caemos en la cuenta de que hay algo que nos impide ser felices. La frustración, la impotencia de la que hablo queda disfrazada por el hecho de vivir del modo en el que vivimos, sin apenas reparar en aquello que nos sucede en nuestro interior, llevando una vida que se rige por el piloto automático que sólo se desconecta por las noches, a veces ni siquiera.

Estamos mediatizados por un sistema perfectamente orquestado. El "estado del beinestar", las inmensas posibilidades nos han hecho creer que todo está al alcance de nuestra mano sin apenas esfuerzo, nos han hecho olvidar cómo poder detectar las anomalías del mundo y de las personas que lo pueblan.

Es consecuencia normal que en plena "sociedad del conocimiento" haya un desconocimientos total de lo que ocurre, de cómo está todo organizado, puesto que si lo está, es para que nadie se pare a pensar en qué funciona mal o que si lo hacemos, deleguemos nuestra responsabilidad en el otro y no esbocemos nunca el "mea culpa".

Vivimos en una inmensa red, en una tela de araña sobre la que se posa el gran artrópodo. Nos hemos convertido en seres autómatas pasivos. Somos una especie en peligro de extinción del pensamiento propio. Se está sustituyendo al hombre racional por la máquina.

 Nuestro papel ha pasado a ser de una pasividad total y absoluta. Somos víctimas de la satisfacción inmediata del aquí y el ahora, del que nos lo den todo hecho, de que todo pase a depender de los demás.

Es esta una ilusión óptica, una máscara que nos han puesto en la cara y que nos hemos puesto para no ver la realidad, la cruda realidad.

En relación con esto, cuando llegan los problemas, cuando nos sentimos insatisfechos por la situación actual, gritamos tímidamente en contra de políticos, banqueros, empresarios...Buscamos culpables aún a sabiendas, bien en nuestro fondo, de que somos los primeros responsables de lo que nos está ocurriendo.

Somos nosotros los que hemos creado a este Frankenstein, todos somos el monstruo.
 
Hemos creído que vendrá alguien a salvarnos de todo esto, que son los otros los que tienen la responsabilidad de solucionarnos nuestros grandes problemas, como estamos acostrumbrados a que se nos solucionen otros problemas más pequeños.

A la vista está como hoy en día los niños ya no se esfuerzan por conseguir las cosas y como sus profesores tienen que ponerle el conocimiento en los ojos para que logren captar algo de lo que se les ofrece, si es que lo captan. Esa es la metáfora del hombre pasivo y egoista: Si a mi me lo dan todo hecho, me acomodo, si me acomodo, no tengo por qué luchar por nada, porque eso requiere esfuerzo y si me esfuerzo, eso requiere un gasto de energía que, ¿para qué lo voy a hacer si otros pueden hacerlo por mí?

Son varios ya los artículos que he escrito aludiendo a estas ideas, como aquel dedicado a "los maestros que lloran", aquel manifiesto contra la pasividad docente, etc.

Por entonces y, con motivo de las huelgas que, como la que hemos vivido este pasado 14 de noviembre en España, yo decía que somos especialistas en buscarnos excusas para no hacer lo que realmente quisieramos hacer. Estoy convencido que en la demostración suprema del aparente malestar colectivo un alto porcentaje de personas hubiera querido ejercer su derecho a huelga a juzgar por sus constantes e incensantes lloriqueos, protestas, caras largas y correos cadena que por ahí circulan. Si entonces decidieron no ser consecuentes ni fieles a su pensamiento, fue por miedo.

El miedo nos conduce por ruta directa a la infelicidad. Asumir el miedo es el primer paso para poder superarlo. El ponerse excusas a uno mismo y utilizar de escudo al otro (siempre al otro), vease la empresa que me descuenta dinero el día de la huelga o que me amenaza con echarme del trabajo, vease el sindicato de turno al que ponemos de pantalla y culpabilizamos de la crisis, aún a sabiendas que son otros los responsables, y no hablo sólo de políticos, banqueros y multinacionales, hablo de nosotros mismos.

Por tanto, la llave del cambio no es sólo dejar de compadecerse y actuar saliendo a la calle, normalmente a despotricar y a romper papeleras, que todos pagamos. La llave del cambio está en tí: La verdadera revolución está en asumir tu responsabilidad en este mundo.

Hemos pensado durante todos estos años de falsa democrácia que pagábamos a una serie de políticos para que solucionaran los problemas de nuestro país. Hemos creído, que, como si de un proveedor más se tratase (Movistar, Iberdrola, etc.), ellos nos iban a sacar de la crisis socio económica que vivimos. El tiempo nos ha demostrado que ellos, aún perfectamente capaces de sacarnos, no están realmente interesados en hacerlo, más bien en aprovechar la coyuntura y sacar tajada de todo esto.

Ha llegado, por lo tanto, el momento de tomar las riendas. ¿Qué hace el gato cuando nadie le abre el armarito de la comida? Salta hacia el pomo y se encarga él mismo de volcar su lata de alimento y comer, igual que el perro callejero urgando entre los contenedores de basura. Los seres humanos tenemos ese instinto de supervivencia mucho más adentro, mucho menos a flor de piel. Parece que la llave del cambio está, consecuentemente, ligada a niveles extremos de agonía si no nos hacemos responsables de cambiar con pequeños gestos el mundo.

Muchos dirán que con pequeños gestos el mundo no se cambia. En efecto, unos pequeños gestos aislados no sirven de absolutamente nada por mucho que nos quedemos contentos haciéndolos. Sin embargo, son los pequeños gestos los que mueven a los otros hilos de la red a resquebrajar esta tela de araña que nos enreda y nos aprisiona. Son los pequeños gestos los que cambian el mundo.

Resulta dificil pensar desde una posición idividual cómo poder cambiar el colectivo. Somos animales sociales y, por ello, tendemos a delgar nuestra responsabilidad en los demás antes de asumirla, nos falta iniciativa, empuje, empaque, precisamente por miedo o comodidad. En esa espiral estamos y habrá alguien quién tenga que abrir el melón para que todo empiece a girar.
 
Los siguientes ejemplos son pequeños gestos cotidianos, no especialmente seleccionados más que por la velocidad y el orden en con el que se me vienen a la cabeza:

- Si crees que el problema del denominado "cambio climático" es algo que no te afecta a tí, si no una cosa de los perroflautas de "Greenpeace", es que no vives en este mundo. Los políticos no parecen interesados en poner freno a la sinrazón que está terminando con los recursos naturales del planeta y si piensas que son ellos los que con protocolos, como el de Kyoto, que son papel mojado, son los que van a velar por el cuidado de la naturaleza, tú flipas.
No se trata de que recicles pilas, ni que eches cuatro botellas de vidrio en el contenedor verde. Se trata de que cambies de móvil cuando se te rompa, no cuando te den uno más chulo, de que cojas el coche lo imprescindible, de que si trabajas en el campo, utilices productos que no perjudiquen al planeta, de que si puedes viajar en tren, mucho mejor que el avión. Se trata de todas esas cosas...
 
- Exige tu factura o ticket de compra en cualquier comercio, por pequeño que sea, ya que si no, estás fomentando la economía sumergida, principal lastre del problema que hoy vivimos.

- No permitas abusos de nadie: Pídele la placa al agente de policía que te ha agredido (si es que la lleva), denuncia por la vía legal a la empresa o al organismo público que te ha tocado la moral, espera al pez gordo a la salida del edificio y, sencillamente, pierde el miedo a escandalizar.
Recuerda que cuando estás rodeado por una manada de lobos...¡Debes atacar al más fiero de todos!

- Pídele a tu banco que te informe sobre el tipo de inversiones que realiza, que sepas a dónde va tu dinero y a quienes financian con él. Si no te facilitan esa información, cambia de banco.

- Esfuérzate por leerte los programas de TODOS los partidos políticos que se presenten a las elecciones generales o autonómicas (incluso el de "La Falange") y si ninguno de ellos te convence, entonces toma la decisión de votar nulo, en blanco o directamente, no vayas a votar. Si no haces eso, no estás en disposición de decir aquello de "todos los políticos son iguales", porque no lo sabes a ciencia cierta...es una excusa para no pensar.

- Exige calidad de servicio: Llama al orden al dependiente que está watsappeando mientras le preguntas algo, vete de la tienda si no te atienden y no regreses jamás, habla con el encargado si algo no te parece adecuado, pon una reclamación directamente en el órgano competente. Todo esto, bajo la premisa de que si tuviéramos que hacerlo cada vez que sucede, estaríamos todo el día en la oficina de consumo...Hazlo sólo cuando realmente te indigne que, bajo este nuevo prisma de ver la vida que te brindo esta noche, serán varias veces más de lo habitual para tí.

- Pasa del YO al NOSOTROS. Recuerda que toda acción en tu beneficio, puede ir en perjuicio de los demás, por ejemplo: Ganar dinero de forma ilícita realizando una acción ilegal que perjudique al colectivo (traficando con drogas, dinero negro...). Ten en cuenta que nadie se hace rico si no es a costa de los demás. No hay NADA que te haga conseguir dinero sin que alguien salga clamorosamente perjudicado ni haya alguien que se lucre el doble que tú.

- Escoge el colegio más adecuado para tus hijos. No me estoy refiriendo a que tenga piscina, sea trilingüe, los niños vayan de traje y corbata ni que haya clase de sevillanas para las madres. A lo que me estoy refiriendo es que te informes sobre el ideario de centro, que sepas de su cultura institucional, de sus principios pedagógicos recogidos en su Proyecto Educativo, Curricular y Programación General Anual. Si es un colegio público, probablemente te suene a fotocopia del colegio de en frente, por lo que el ideario será inexistente, más que lo que dicta la Administración educativa. Si quieres que tu hijo entre en la cinta transportadora y sea un número más, adelante.

- No pemitas ni una sola injusticia. Si, por poner un ejemplo, hemos retrocedido en nuestros derechos como trabajadores no es ya sólo por una reforma laboral fascista, si no por todo lo que hemos consentido en estos últimos años por miedo y sólo miedo. Sé que es mala época para decirlo pero, en circunstancias normales no deberíamos aceptar un trabajo en el que se nos insta a hacer horas extra no renumeradas, se nos descuenta dinero por tener que acudir al médico o acompañar a un familiar que no pueda valerse por sí mismo, que nos hagan un contrato de obra y fin de servicio cuando el servicio nunca va a terminar, que se nos baje el sueldo o se nos encomienden tareas que nada tienen que ver con la categoría profesional que ostentamos.
El acatar todo esto es lo que realmente nos ha llevado a la situación actual en el mundo del trabajo, más deshumanizada que nunca, allí dónde parece que existen dos bandos, el de los empresarios y el de los trabajadores, como si unos fueran robots y otros personas. No, todos somos humanos, todos reímos y todos lloramos.

Esto y muchas cosas más...
 
Si todo lo anterior nos parece evidente o, cuanto menos, razonable o, sin ser tan ambicioso, asequible, entonces podremos pararnos a pensar en la siguiente conclusión:
El mundo lo cambias tú: Un conjunto de "tús" hacen muchos "tús" y muchos "tús" forman grandes masas de "tús" y esas masas se extienden de manera imprevisible allá a dónde alcanza nuestra imaginación.
Es probable que se necesiten líderes sin miedo que marquen el camino, que levanten a las masas, que resuciten a los muertos con sus palabras, tal vez eso sea lo que esperamos a que surja, pero, hasta entonces y, sin demasiada esperanza de que eso acontezca, somos responsables de nuestro destino. Abandonar esa posición de comodidad, saber detectar aquello que no es normal, por muy habitual que parezca, saber localizar según una escala de valores universales y objetiva aquello qué no puede seguir dejándose pasar de lado y actuar con responsabilidad intentando, como bien decía en su discurso final Banden Powell, dejar el mundo un poco mejor de lo que lo encontramos, es nuestra obligación moral, es nuestra seña de identidad real, es nuestra marca imborrable de que pasamos por aquí.
 
Tú decides: Tomar tu responsabilidad y cuidar de allí dónde te ha tocado vivir o esperar que venga alguien a hacerlo por tí. Si intentas vivir con la idea de que ese día llegará, acomódate y ve la vida pasar dejándola escapar como un tren que se marcha delante de tus propios ojos, secos ya de tanto y tanto llorar por dentro, llorar sin que se note mucho, eso sí, mientras te quemas por dentro...




 


"Mi vida fue hecha para llenarse de amor, pero fui lanzado al odio y a la destrucción" (Los Suaves, canción: "Frankenstein" - todos somos el monstruo -).