"Vivo en un mundo habitado por seres vivos, mayormente plantas y animales. Dentro de los animales hay una especie, llamada humanos, a la que el resto de las especies permitieron hacerse dueños y señores del reino animal, pues presentaban la peculiaridad de ser mamíferos con un cerebro más desarrollado por algo a lo que ellos llamaban "inteligencia" y que han utilizado, entre otras cosas, para romper con el equilibrio natural, la cadena alimenticia y la sostenibilidad del resto de los seres vivos, del planeta en el que viven.
Vivo en un mundo en el que no todos los humanos son iguales, no como en el resto de las especies; No cazán con los dientes, ni defienden su territorio con sus garras, porque para ello inventaron unas máquinas de matar llamadas armas, con las que desarmonizarón la armonía antes conocida.
Entre ellos los hay de dos tipos, unos llamados hombres y los otros llamados mujeres. Dicen haber sido creados por un supuesto ser superior llamado "Dios", al que también se le atribuye la existencia del resto de los vivosy de los no vivos. Los hombres empezarón usando su cerebro privilegiado repleto de esa materia denominada inteligencia para matar otros animales mamíferos, como ellos, y fabricar las primeras y rudimentarias máquinas de matar hechas con palos y piedras afiladas.
Miles de años después, hombres y mujeres siguen siendo diferentes, separados, como dos abismos por un mar de ignorancia, unidos, como en el infierno, por un mismo fuego.
Vivo en un mundo gobernado por humanos, cuya característica elemental y causa de todas las desgracias del mundo en el que viven el resto de las especies, es algo denominado "egoismo".
Vivo en un mundo en el que el egoismo es la cualidad de separar, en vez de unir, de destruir, en vez de construir, de quemar los cabos que nos unen en provecho propio, de mirarse el ombligo una y otra vez y tratar de justificar con mentiras sus propios errores.
Vivo en un mundo gobernado por unos señores que visten trajes y saben hablar muy bien; en un mundo en el que los pequeños hombres se hacen grandes ante las no egoístas especies sobre las que han impuesto la ley del más fuerte, la ley del miedo y de las máquinas de matar. Es un mundo en el que, hasta entre ellos mismos, se utilizan, se odian y se matan...Por nada.
Vivo en un mundo en el que salir a la calle es la aventura del saber: Confluir con un océano de personas, y en él todas están por alguna causa, cada una de estas personas con una historia detrás, con una intención en sus mentes y que justifica si no por qué caminan por las aceras, como muertos vivientes, como almas errantes sin destino aparente. Tiempos en los que cruzar la mirada con un extraño es buscar al enemigo, tiempos en un mundo en el que el silencio se apodera de ellos y necesitan una excusa para entrar en contacto y cuando interaccionan es por un oculto interés que siempre se acaba descubriendo.
Vivo en un mundo gobernado por cuatro grandes y muchos pequeños que se hacen grandes, mientras los realmente grandes pasan desapercibidos poniendo ese mundo al revés. Un mundo en el que constantemente los reproches llenan de gusanos las bocas de los que se atreven a hablar y, aquellos que sí utilizan la inteligencia, esa que rompió con el equilibrio natural, son sólo un murmullo en un eco que repite sólo el silencio.
Inmerso en mis pensamientos, caminaba bajo la lluvia, siguiendo con la mirada mis pasos y mi paraguas llegando hasta la altura de los ojos...
Todo pareció volverse turbio...El cláxon de los vehículos ya no era parte del ambiente y los pájaros dejaron de cantar al tiempo que el sonido de las gotas de lluvia al caer era inexistente y ya ni siquiera mojaban mi ropa...Alcé la vista y todos desaparecieron: No coches, no personas, no luces, ni en farolas ni el carteles, no sonido...Comprendí que estaba sólo.
La selección natural había llegado...El cielo se había teñido de rojo.
Llegué a esta conclusión, al recordar en todo lo que había estado pensando acerca de cómo era el mundo en el que vivía..."
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