LA CASA DE LOS LOCOS
(Perdedores)
Vivo como una pausa en un micromundo de gente desquiciada.
En una barriada del sur, donde la inmundicia se ha tranformado en un guetto;
en donde los edificios caídos, las calles sucias de orines y excrementos de perro,
el cielo siempre gris, las calles estrechas y retorcidas bandeadas por gruesas lanzas;
en donde el crisol de culturas disfraza las navajas al amanecer, donde los coches
quedan calcinados a orillas de la vieja estación, de donde emerjo para sumergirme
en una ratonera en la que yo siempre quedo con la cola pillada al cepo y huyo al final
arañando con las pezuñas afiladas huyendo de esta maloliente cloaca hasta el toque de queda.
Pasan los años, pasa el tiempo y no logro comprender; nunca lo podré comprender.
Los grillos se amontonan correteando cada mañana, como bichos descerebrados
pululando sin destino dejados de su suerte y se meten en su ratonera como si de una
sinfonía programada se tratara. Sus rostros no dicen nada, solo sus ojos se entrecierran
como clamando una tregua que nunca llegará; bostezan o se recuestan sobre el respaldo
de sus lápidas de muertos vivientes contando las horas y los minutos, negociando la
cantidad de munición, estando donde no quieren estar, guardando las apariencias,
holgazaneando y recordándome que, efectivamente, cualquier tiempo pasado
fue mucho mejor; y yo sigo sin comprender, no lograré comprenderlo....
Soñar con el día en que pueda sacar provecho de coballas sin tetraplejia mental,
de esas madres osas, que hacen ruido y abrazan a las crías, con nociones básicas
de supervivencia de bolsillo, sin perjuicios a su especie, sin perjuicios a su ser...
Es la casa en la que gobiernan los tuertos en el país de los ciegos; en el que
grupitos de humanos ebrios de ignorancia, se reunen en las esquinas para
despellejar a sus semejantes; porque es la casa en la que todos fluctuan
de un lado hacia el otro, en la que todos saben más que los demás,
todos demuestran aquello que nadie les ha pedido tratar de demostrar,
en el que unos hablan de sus logros de papel con mala tiña, otras se
ocupan más en derribar tus pequeñas montañas de arroz, malas pulgas
hablan con altanería mientras muchas otras sonríen siguiendo la corriente.
La casa en la que nadie cuestiona lo que de serie es cuestionable, la casa
en la que en las reuniones familiares todos miran la hora de dispersarse
sin querer saber nada más que de ellos mismos y de sus cuestiones, que
son las únicas y más importantes; pues el egocéntrico monólogo colectivo
es la exclusiva hilarante, mas a su vez, desesperante forma de comunicación.
Es la casa en la que confluyen ideas fascistas, conservadoras, liberales, extra
liberales y libererrimas en un caos sin orden que atraviesa de un lado al otro
las puertas de las ratoneras en un corredor de ciencia devaluada bajo mínimos.
Y yo, soy príncipe de las tinieblas en esta casa de mal agüero de la que debo huir
para no caer en la vulgaridad ni derrocar mi construida identidad cimentada en
la oposición a la misma, aislado del ruido que ya no me llega, salvo cuando me
vienen los gritos al oído. Y es en ese instante, en cuanto desenvaino mi espada
y el príncipe rebana cabezas sintiéndose después culpable de aquella masacre
innecesaria por completo...
La llamada de la naturaleza tintinea hasta hacerse rimbombante: Cuando sientes
que todo aquello que tenías por qué hacer en esta jaula de locos, ya quedó hecho
y no queda más que rematar; pues siempre la dignidad, siempre transparente,
siempre lucha hasta el final esperando el momento, siempre esperando, todo tiene
su ciclo, todo tiene su comienzo y su final y ya el final está próximo...
Cogiendo el último tren hacia una nueva esperanza; porque como etapas que van
quemándose, hoy empieza el comienzo del fin de esta parcela de tiempo que ya
apesta a sumidero en la casa de los locos, donde quedarán los que ni tienen
conciencia, ni tienen corazón, mas sus palabras acalladas en los momentos dorados
son sonajeros estropeados que rechinan por las esquinas dentro de mi cabeza...
Es el rechinar de los perdedores..."
" Dí adiós en la costa con rápidez y acalla sus lamentos prometiendo regresar, aunque no tengas intención de volverlos a ver"
(Yosi parafraseando en "Adiós, adiós")
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