Continuamos con esta serie de artículos veraniegos en el gato nocturno. En esta ocasión voy a hablaros de lo que yo llamo "La Ley de la Compensación". Esta es una manera de vivir, de tomárse las cosas y que, desde luego, estoy muy orgulloso de haber adoptado para mí. Os contaré como empezó todo:
Recuerdo que hace unos años, tendría yo unos veinte o veintiuno, estaba trabajando de mensajero en un edificio de oficinas. Mi jefe me había descontado el sueldo de los días que había ido a examinarme del carné de conducir (que, por desgracia, fueron unos cuantos) y yo estaba que echaba chispas. Hablándolo con uno de los mejores amigos que he tenido en esta vida, probablemente una de las personas de las que más he aprendido, Ángel, que era Vigilante de Seguridad, me hizo el siguiente planteamiento: Mi objetivo era conseguir el carné de conducir y lo hice, me costó cuatro veces, pero lo hice. Él me hizo entender que podemos percibir lo que en apariencia constituía un gasto o una pérdida de dinero (el hecho de que mi jefe me estuviera descontando dinero) en una inversión. Es decir, que probablemente habría personas que hubieran conseguido el objetivo en tan sólo una convocatoria de examen y yo necesitara más de una, con los gastos que suponía, incluyendo los descuentos en las nóminas correspondientes. Él me hizo ver que ese todo, esa aparente pérdida de dinero había tenido como resultado, no obstante, cumplir el objetivo de ese momento, que era conseguir el carné de conducir.
A partir de ese momento, aprendí una de las mayores lecciones de la vida: Aprender a percibir toda pérdida de dinero, tiempo y esfuerzo en una inversión; lo que yo he llamado la Ley de la Compensación porque, al fin y al cabo, lo que se puede perder de un lado, se puede ganar del otro. Esto no es, ni más ni menos, que tratar de ver el lado positivo de las cosas y es uno de los rasgos más optimistas de mi personalidad y de lo cual me siento muy contento.
Os pondré algunos ejemplos para que entendaís mejor esta teoría:
Siempre que salgo de marcha los fines de semana suelo coger un taxi de vuelta. A la hora a la que suelo regresar, tengo a mi disposición el transporte público, pero suelo estar cansado, muerto de sueño y, alguna vez, borracho perdido, por lo cual considero que el gasto que supone el taxi, es una ganancia de tiempo (cuanto antes llegue a casa, antes dormiré), en seguridad y en comodidad.
Cuando he suspendido un examen, afortunadamente rara vez, me ha jodido bastante, pero he aprendido a percibirlo como un toque de atención, como una forma de reflexionar de los propios errores y un punto de partida para aprobar la próxima vez, es decir, una base sobre la que reconstruir el edificio. No ha sido habitual, gracias a Dios, el volver a repetir ese examen y sacar peor nota, todo lo contrario.
Cuando he realizado un gasto desmesurado o me he permitido un lujo aparentemente innecesario, he percibido el hecho de conseguir un dinero aparte o imprevisto como una forma de justificar ese gasto. Es incluso, a veces conveniente, pensar que ese dinero te ha caído del cielo para pagar total o parcialmente ese gasto que, no siempre te ha hecho felíz.
Recuerdo una vez que mi amigo Rubén y yo fuimos a una de las discotecas más caras de Madrid y pensábamos que el Director de la sala, con quién mi amigo tenía una cierta amistad, nos iba a sacar gratis la botella que nos habíamos tapiñado junto a unas mozas en el reservado. Mi amigo habló con él y no pareció estar por la labor de invitarnos aquel fin de semana. Rubén me pidió que la pagara yo, que no tenía tarjeta ese día, y así lo hice. Nunca me devolvió su parte, pero como quiera que él me había invitado muchas otras veces, lógicamente, apliqué la Ley de la Compensación, pese a los 125 pavos.
Incluso, poniéndonos borricos, si hemos tenido un rollete o una relación sexual con una tía que nos parecía la monda y de la cual nos habíamos pillado o habíamos tenido un cierto interés en conocer más de cara a una posible relación seria, pero la tía ha pasado de nosotros y se ha quedado sólo en eso, en un rollete o en un polvo, pues chico...Nunca el tiempo perdido, eso que te llevas (y que se lleva ella), aunque para ello te hayas pasado dos horas maqueándote en el servicio, invitándola a copas, currándotelo para parecer interesante...Tal vez el objetivo de salir con esa chica no se haya cumplido, pero te las has comido! Algo es algo, otro pagan por tener sexo, tú no.
Otros ejemplos: ¿Qué la factura del movil ha sido muy elevada porque has tenido que hacer llamadas desde el extranjero, dónde has pasado parte de tus vacaciones? No pasa nada, has escuchado la voz de tus seres queridos, los has sentido más cerca y además, has ganado tres partidas en el "Apalabrados".
Tras lo expuesto, es fácil concluir que la llamada Ley de Compensación es sólo apta para personas capaces de tener diferentes puntos de vista. Parece dificil que una persona acostumbrada a medir su vida únicamente en fines y no en procesos pueda estar de acuerdo conmigo en mi teoría. Ni siquiera una persona materialista o, sencillamente, una familia con dificultades económicas, puesto que cada gasto es clave en el devenir del día a día y, aunque pueda parecer muy bonito el pegarse una cena con la familia en un restaurante de lujo, si ello supone estar a la quinta pregunta el resto del mes, parece que ya no es tan fructífera.
Es una manera de vivir que a mí me ha funcionado, que sigo poniendo en práctica y que además es pedagógica porque, en conclusión, nos enseña a:
- Disfrutar del proceso, no tanto del fin.
- Minimizar el impacto material en cuanto a dinero, esfuerzo o trabajo.
- Hacer justicia.
- Aprender a autosuperarse.
- Ver el lado positivo de las cosas.
¿Interesante? ¡Ponlo en práctica!
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