miércoles, 2 de diciembre de 2015

A LA MEMORIA DE MI PADRE

Oh, la, la, la vida: A la memoria de mi padre.



El lunes por la tarde, hora local en el estado de Tejas (EEUU), recibía la triste noticia del fallecimiento de mi padre, J.P.U. 

Mucho es lo que podría escribir acerca de él, a pesar del hecho de que mis padres se separaron hace ya muchos años, apenas siendo yo un niño, 9 debía tener yo por aquel entonces. Una horrible enfermedad, alcoholismo, de las peores que pueden atrapar al hombre, condicionaron su vida de tal manera que podríamos decir que mi padre tenía o, al menos así yo lo percibí, una especie de desdoble de personalidad tipo Dr. Jekyll y Mister Hyde. Por un lado, un hombre enloquecido, peleado con la vida, un hombre solitario, oscuro, cabezón, cegado por sus propias teorías conspiratorias empeñado en justificar o explicar sus propios errores. Por otro, un hombre sencillo, simple, un peliculero, un galán anclado en los años 60, un gran introvertido, aún amante del chiste fácil, a veces del ingenio, un tontorrón en el buen sentido...

Podría escribir esta tarde, ya oscura en tierras yankees, algún tipo de biografía contando todos los detalles por escabrosos que fueran de la vida de mi padre, pero no lo voy a hacer. No es tanto por respeto hacia él ni a mi familia, que también, sino más bien porque lo único que quiero ahora, después de su muerte, es hacer un ejercicio terapéutico de escritura recordando algunos de los buenos momentos que compartí con el hombre que me dio la vida.

La verdad es que la mayoría de los recuerdos que se me vienen a la cabeza de mi padre tienen como escenario un bar. La idea de un niño acompañando a su padre de bar en bar a lo largo y ancho del barrio donde vivimos puede resultar un tanto grotesca, lo cierto es que así fue. Gracias a Dios, ni he salido alcohólico, ni un perdido de la vida ni una persona amante de las bodegas con olor a vinacho barato y a aceitunas en salmuera. Todos esos prejuicios se los dejamos a aquellos a los que les gusta criticar, aun no siendo el lugar ni el acto más educativo del mundo, desde luego.

Mi padre era un gran aficionado al cine. La colección de películas en formato VHS que tenía en casa abarrotaba los armarios, hasta el punto de que se hacía difícil encontrar un sólo hueco de más donde ponerlas. La inmensa mayoría las grababa de la tele con el flamante vídeo Philco de importación que tantos años nos duró y tantas grabaciones y reproducciones soportó. Las carátulas las hacía él mismo utilizando rotuladores, a veces con diseños ciertamente originales. Solía hasta poner los nombres de los protagonistas en la propia etiqueta que iba pegada al frente de la cinta.
Sus favoritas eran las de vaqueros, aunque los grandes clásicos de Hollywood eran los más reproducidos hasta bien entrado el año 2000 inclusive. Nunca le apasionaron especialmente las películas modernas, a pesar de que hubo épocas en las que iba a diario a las salas de proyección y los taquilleros del cine del centro comercial del barrio le conocían hasta por su nombre.

Estrellas del cine americano como Rod Hudson, Humphrey Bogart, Mailyn Monroe, Dean Martin, Jack Lemmon, Ava Gardner, Bette Davis, entre otros muchos, invadían las películas en blanco y negro, a veces coloreadas, de nuestro viejo televisor Zenith en el comedor de nuestra casa. Mi padre, hasta cenaba frente a la tele viendo aquellas películas rebobinando una y otra vez con el mando a distancia para volver a ver las escenas que más le gustaban.

Se dedicó a conducir todo tipo de vehículos a lo largo de su vida. De hecho, tenía todos los permisos habidos y por haber, algo que sería ruinoso hoy en día para nosotros en pleno año 2015. Comenzó conduciendo las ambulancias de la empresa de mi abuelo, posteriormente camiones, normalmente de reparto o de mudanzas, trailers, autocares, tanto interurbanos como coches de línea y, finalmente, taxis. La soledad del conductor que se levanta de madrugada con frío y regresa tarde a casa o bien a veces al cabo de unos días, forjó aún más a aquel hombre solitario inmerso siempre en sus pensamientos sean los que fueran.

Recuerdo que una vez se empeñó en llevarme a trabajar con él. Trabajaba por entonces conduciendo un camión de reparto de una distribuidora de revistas y otro tipo de publicaciones escritas. La verdad es que yo no tenía ninguna gana de levantarme a las 5 de la mañana para irme con él a su trabajo, porque además sabía que sería aburrido. Tal era su insistencia, que accedí a ello, teniendo como resultado acabar durmiendo en la camita de la cabina del conductor escuchando el atronador ruido del motor del camión y bajando sólo de él para las maniobras de carga y descarga del mismo mientras mi padre hablaba con otros hombres fumando puros y teniendo pobres conversaciones vacías de contenido. ¿El mejor momento? Cuando en la tarde aparcamos el camión a duras penas en una calle de mi barrio.

No obstante, siento que aquel día hice feliz a mi padre, y eso es lo único que me importa.

Y no fue esta la única ocasión. Cuando se dedicaba a conducir el taxi, hubo más de alguna vez, siendo yo ya adolescente, en la que me monté durante unas horas a hacer la ruta con él. Tenía el turno de noche y, según pasaban las horas, esa noche se iba tiñendo cada vez más, poco a poco, de los personajes más variopintos y siniestros de la ciudad de Madrid, la burbuja gris. A mí personalmente esta era la profesión que menos me gustó de aquellas que desempeñó, puesto que temía por su vida y además pude percibir que quemaba, acababa quemando y mucho.

En un momento determinado de su vida decidió dejar de trabajar, tras años saltando de un empleo a otro y el ruido de los motores se paró.

¿Y qué hay de los bares? No puedo decir que mis mejores recuerdos estuvieran en los bares, pero sí la mayoría de ellos. Casi todos se resumen en lo siguiente: Íbamos de un bar a otro y él pedía siempre una copa de vino tinto que, a veces, le duraba horas. Mientras, yo pedía mosto o coca cola y devoraba las diversas tapas que nos iba poniendo el camarero del lugar, deseando que llegase la siguiente y a veces desilusionado si se repetía. A todo ello, veía el progresivo deterioro de mi viejo y él me repetía una y otra vez "¿Te aburres con padre?" o "No bebas más de eso, que te vas a enguachar".

Más adelante, siendo adolescente, llegaron mis vanos intentos por hacer comprender a mi padre que la causa de todos sus males, la causa de su separación y de todos y cada uno de los conflictos acaecidos era el alcohol, pero si mencionar que era el alcohol, lo cual hizo muy difícil ser claro y contundente a la hora de coger el toro por los cuernos o de tratar de ayudarle de manera explícita. En la relación con mi padre, todo fue muy implícito y poco explícito, tal vez así fue porque él era así o tal vez fue un gran error. El tiempo lo dirá...

Mis mayores momentos de alegría eran cuando convencíamos a mi madre para que se bajara  o la esperábamos después de que viniera de trabajar del hospital para que se viniera a tomar algo con nosotros, aunque en el 90% de los casos eran todo negativas. No obstante, yo era feliz cuando los dos estaban juntos, porque de alguna manera soñaba con que todo se solucionase de manera milagrosa y pudieran volver a estar juntos algún día.

La cuestión de los bares iba por modas. A veces nos quedábamos por el barrio y muchas otras, normalmente cuando él trabajaba, quedábamos en otro sitio. En ocasiones, me tocaba desplazarme en transporte público más lejos, hasta donde él estuviera viviendo en aquel momento, principal excusa que yo mismo me ponía para no quedar con él más frecuentemente, siendo la razón verdadera y, ahora que el pobre hombre ya no nos escucha, que me resultaba aburrido, ya que cada vez que nos veíamos, el bucle se volvía a repetir una y otra vez.

En una ocasión me preocupé muchísimo: íbamos caminando por una calle de regreso al barrio que solía estar muy oscura. A su lado izquierdo había un parque bastante siniestro de árboles retorcidos y a la derecha un antiguo hospital el cual jamás llegué a ver abierto en la vida. El caso es que mi viejo, quizás algo pasado de rosca, tropezó con una zanja y se cayó de cabeza a la acera abriéndose una ostensible brecha. Yo no supe muy bien que hacer. Él miró a ver si el hospital estaba abierto o le podían ayudar...nada, al final se puso su pañuelito de tela en la cabeza y fuimos derechos a casa a que se curara. Esta anécdota me la recordó más de una vez.

Había una camarera, en uno de los pequeños bares del centro comercial, al que siempre íbamos después de ver una película en el cine, aunque ya últimamente dejábamos el cine al margen e íbamos derechitos a ver a Rosa, que es como se llamaba. Esa Rosa era treintañera, tirando a cuarentona y, la verdad, tenía su tiro. Era pelirroja, no tenía mal cuerpo y de personalidad fuerte, con voz igualmente de fumadora. Yo creo que a mi padre le gustaba aquella mujer, puesto que a su modo la tiraba los trastos delante mío sin llegar a hacerlo de una manera descarada, no sé si por reparo o más bien torpeza. El caso es que recuerdo con cariño aquellos perritos calientes y bocadillos de la "Bocadillería". Si bien, con más cariño aún recuerdo los sandwiches mixtos a la plancha del "Tropezón", un restaurante del mismo centro comercial al que solíamos ir en contadas ocasiones, puesto que era de un rollo más pijo, razón por la que probablemente estuviera siempre vacío, aunque solamente fuera por la presencia de los emperifollados camareros con camisa y chaqueta en ristre. Triste fue la noticia del cierre del "Tropezón" años después.

No olvidaré tampoco aquellos largos años en el "Bar Teruel" ni en "El Rincón". El Teruel fue un bar sito en la avenida principal del barrio regentado por una familia. Era bastante modestito y terminó por cerrar. No se caracterizaba por otra cosa más que por la calidez de aquella familia que tan bien nos trataba y por los buenos ratos que le hacían pasar a mi padre quien gastaba las horas y los días en aquel bar, el único en el que realmente me sentí con él como formando parte de una rutina diaria. El segundo era y sigue siendo un bar también a cargo de una familia el cual no comprendo aún hoy como no ha cerrado el candado todavía. Solía estar o vacío o muy lleno, los dos extremos, aunque normalmente lo primero. Se caracterizaba porque de cuando en vez montaban algún sarao flamenco guitarras en mano, aunque esto no era lo habitual. En este bar solía quedar yo con mi viejo en su época de taxista, puesto que era uno de los puntos habituales de su ruta de tarde-noche.
"El Molinon" junto con algún otro bar asturiano de los que se hallaban (no sé si se hallan todavía) en el Paseo de la Florida, fueron algunos de los otros habituales en su época de Blasero (hay una empresa de autobuses interurbanos llamada "Blas y Cía" y ese es el nombre con el que se conoce a los chóferes). Estos bares eran algo más estilosos y los recuerdo con más cariño, puesto que en esa época mi padre era especialmente de contar anécdotas de su juventud, también historias que vivió con mi madre, que me resultaban cuanto menos curiosas a pesar de que las repetía una y otra vez.
Hubo otros bares, en la época en la que él vivía en Alcorcón, en casa de mis abuelos (paradójicamente mi abuelo, el padre de mi padre, murió de cirrosis a pesar de no haber bebido en su vida). "La Parada" no aportó grandes cosas, más que ser el bar más cercano a la parada de la "Blasa" a donde él vivía. La bodega de Manolo fue otra de las grandes familias de mi padre, repleta ella de personajillos siniestros y con una mesonera, la Mari, ávida de recordarle una y otra vez sus deudas no fuera a ser que se le pasaran.

Lo de ir a restaurantes era un lujo para mi padre, quien siempre me decía aquello de "Cuando cobre nos vamos a ir a comer un buen chuletón de Ávila". De hecho, hubo alguna ocasión en la que llegamos a hacerlo, mayormente en Segovia, normalmente en el "Casa Cándido", cuyos churrascos ardían y salpicaban aceite delante nuestro, por aquel entonces aún en familia.
Aparte de la ración de bravas y de pulpo en el bar de en frente de los cines de la Vaguada, el antiguo "Cervecería Gran Sol" y de la noche que, haciendo un exceso, casi me atraganto y muero comiéndome uno de esos grandes chuletones, recuerdo con cariño un restaurante gallego en el que comí el mejor lacón con grelos de la historia con mi padre y que, por cierto, nunca nunca volví a saber donde se hallaba,

Los bares eran la forma de vida de mi padre. "Nada o beber, ambas cosas", la célebre frase de Bukowski era toda una filosofía para él. Cuando mi padre quería divertirse, se iba al bar. Cuando mi padre quería evadirse, se iba al bar. Cuando mi padre se aburría, se iba al bar. Cuando mi padre tenía cosas que hacer, se iba al bar. Cuando mi padre estaba en familia, se iba al bar. Mi padre siempre estuvo en el bar y aunque los vinos en los bares le durasen las horas muertas, el bar le daba libertad de pensamiento, no sé muy bien, como dije antes, qué tipo de pensamientos, pero su mirada siempre estaba perdida, porque estaba enfrascado en ellos. Es evidente que pasaban las horas y que un vino llevaba a otro y todo acababa como acababa, pero era su hábitat, era su particular fiesta. Pero en esa fiesta no faltaban los invitados y mi padre nunca escogía un bar en el que:

a) No le fiasen.
b) No le dieran conversación o no se sintiera a gusto.

Mi padre buscaba la calidez de un bar, una conversación, un parroquiano con el que gastar grotescas bromas, el dueño que supiera qué es lo que J.P.U quería en todo momento. Buscaba conversaciones en las que sintiese que alguien le daba la razón. Buscaba criticar, buscaba discutir, buscaba reír y gastar bromas. No sé si más allá buscaba en el bar una familia o sencillamente no sentirse más solo, lo cierto es que lo que buscaba era el bar en sí mismo.

Apenas corté el contacto con mi padre en todos los años posteriores a la separación. Tan sólo y, tras un capítulo bastante desagradable que no viene a cuento ahora recordar, hubo un parón de 3 años sin verle ni un sólo día. Pero, ya fuera a diario, semanalmente, mensualmente o de Pascuas a Ramos dos o tres veces al año como últimamente, nunca dejé de saber de mi padre. No fue porque todo lo narrado anteriormente fuera una fiesta de verdad para mí. No fue porque la conversación con mi padre fuera variada ni siquiera fluida. No fue porque tuviéramos muchas cosas que contarnos más allá de los primeros 20 minutos de cita. En un principio, yo trataba de convencerlo, después desistí. Pero siempre, siempre, siempre fui consciente de que si yo no quedaba con mi padre en el bar, por muy coñazo que resultara en ese ambiente de quietud infinita como si el tiempo se hubiera detenido, no podría disfrutar de mi padre. Positivamente sabía que al ritmo de vida que él llevaba, bebiendo y fumando dos paquetes de cigarrillos diarios, aquella historia terminaría pronto. Y lo cierto es que siempre he tenido una obsesión en esta vida: Nunca hagas nada hoy de lo que te puedas arrepentir mañana y, aunque no me apeteciera, aunque ni siquiera mereciera ni mi presencia como hijo, yo actué como debía actuar.

Y en todo ese proceso, descubrí a un hombre equivocado. Lejos de ser un santo, más cerca de lo contrario, J.P.U me demostró que fuera de ser una víctima de la peor de las enfermedades, el alcoholismo, era una persona con buen fondo, víctima de su propio fantasma, un eterno melancólico, un actor de Hollywood viviendo y actuando en su propia película, un galán venido a menos. Ante todo era un hombre con emociones y sentimientos, como tú y como yo, pero que acostumbrado al dolor y a la soledad, le empezó a dar igual la vida hasta el punto de que hasta daba la impresión de que no le importaba morirse, aunque al final sí le importó. Sí le importó, porque todos, al final, supieron ver ese fondo que tenía. Toda su familia le arropó en sus últimos momentos y estoy convencido que lejos de por mero protocolo, porque llegaron a sentir que el hombre del escudo en alto, el Doctor Jekyll dió paso a Mr. Hyde. Se dejó cuidar, se dejó querer e hizo de su final la fiesta de la que nunca quiso salir, en la que siempre se sintió feliz a su manera y de la que hizo a todos partícipes aunque fuese al final del todo.

Yo sabía que mi padre podría morir en cualquier momento de la vida. Yo era consciente de que en cualquier instante podría recibir una llamada de teléfono informándome del fallecimiento de mi padre. Mucho más fui consciente cuando meses atrás fue ingresado por fuertes dolores en el estómago. Después de muchas pruebas, no pasaba nada. Nunca pasaba nada con las pruebas de mi padre...siempre estaba todo bien, lo cual le convertía a nuestros ojos en el hombre de acero o, al menos, en el hombre con más suerte del mundo.

Habían pasado muchos meses desde que no le veía. Esta vez era obligación sacar un hueco dentro de mi apretada agenda. Estuve quedando con él en el barrio de Carabanchel en Madrid en algunas ocasiones. En estos últimos capítulos, le veía ya un ancianito. Su pelo ya estaba completamente blanco, a pesar de que lo conservaba y de que durante años fue simplemente grisaceo. Estaba más delgado que nunca, cosa que ya resultaba difícil. Todo su genio estaba mucho más apaciguado por el paso de los años. Se le veía un hombre sin esperanza, al que parecía que ya ni sentía ni padecía.
Nos reuníamos en un sórdido bar lleno de extranjeros y gente mayor. Allí pasaba los días y las tardes. Se iba pronto a dormir y se levantaba tarde, puesto que tenía el sueño profundo, sentía a veces frío y se quejaba del dolor de estómago sin cesar. Lo volvieron a ingresar y nada...

La última vez que le vi, estaba claro...podía ser la última en toda mi vida. No sabíamos nada del cáncer que se le detectó semanas después y del que tuve noticia ya en tierras norteamericanas. Aquel día, no sé si porque era verano y hacía calor, vino vestido con manga corta. Su delgadez era extrema y yo diría que habrían pasado semanas sin probar apenas un solo bocado. Lo encontré muy desmejorado, peor incluso que las otras veces, pese a que apenas habían mediado unas semanas. Su bar favorito no estaba abierto, así que fuimos a otro. El aire estaba muy alto, de modo que tras tomarnos una, rastreamos hasta otro más escondido en el que estaban echando toros en la tele. Nos sentamos a tomar un vino blanco él, una tónica en vaso de gin yo y esperamos a que se pasara el calor. Posteriormente, el hombre se animó y se dijo a sí mismo "Esta noche voy a prepararme una buena cena", de modo que le acompañé a la galería de alimentación en donde se compró algo de pescado y unas salchichas frescas. Después, subimos por Nuestra Señora de Valvanera hasta la Vía Carpetana. Allí tomé un taxi. Antes de montarme a él, le di un beso. No acostumbraba a besarle, pero esta vez le di un beso por dos motivos. El primer motivo es porque aquella era la última vez que nos íbamos a ver antes de mi viaje. El segundo motivo es porque aquel podría ser, como al final fue, mi último beso, el último beso en vida de un hijo hacia su padre.

Giré la cabeza y le miré diciéndome a mí mismo con fuerza "mírale, porque esta puede ser la última vez que le veas". Y aunque esa frase me la dije a mí mismo en aquellos últimos encuentros con mi padre, sabía que hasta la siguiente podrían transcurrir meses, demasiado tiempo para su estado de salud. Así que le vi subir la Calle Carpetana solitario, cargando con su bolsita de plástico blanca, fumando y mesándose el cabello. Así fue mi última imagen de él, así quise que fuera.

El penúltimo día de su vida en el hospital y con toda la familia a su alrededor, no cesó de gastar bromas y de hacer reír a todo el mundo. Allí encontró a su verdadera familia y es como si se los hubiera llevado a todos al bar a la última fiesta de su vida.

Además de recordarle durante el resto de mi vida, además de llevarle siempre conmigo, aparte de que viviré en su nombre el tiempo que me quede en este mundo, seguiré teniendo la eterna sensación de que en cualquier momento puedo recibir una llamada de teléfono preguntándome "¿Salimos hoy un rato a tomar algo?".

La fiesta continuará...





Plaza de Chamberí (Madrid).




jueves, 26 de marzo de 2015

Cuentos en el Pinar: "Morirás el 7 de septiembre".



MORIRÁS EL 7 DE SEPTIEMBRE


El restaurante era un auténtico lujazo. La alfombra roja acariciaba la yema de los dedos de los pies de Michelle, todo estaba lleno de ribetes de esos de pan de oro y los camareros, todos ellos, vestían de smoking. Era en Singapur, habían acudido juntos a una convención y, tras la cena y unas cuantas copas de vino de gran reserva, decidieron hacer la gracieta:

- Vamos a pedir una de esas galletas chinas de la suerte.
- Ay, tonto! Se van a ofender, estamos en Singapur.
- Será divertido. ¿Nunca has querido saber qué te depara el futuro?
- ¿No creerás en esas cosas?
- No.
- Ha sido un día duro.
- ¿Quieres ir al hotel?
- No queda mucho más que hacer.
- Siempre quedan cosas por hacer- dijo mientras le cogía la mano.

Pidió dos galletitas de la suerte. El camarero las trajo en una pequeña bandeja plateada junto con un estuche de cuero con y la factura en su interior.

MORIRÁS EL 7 DE SEPTIEMBRE ponía en el mensaje de la galleta.

Su cara se descompuso. Tragó saliva, bebió champagne.
- ¿Qué tal?- preguntó Michelle.
- ¿Sabes qué? Tenías razón, no se debe creer en estas cosas.
- Sí, una vez me echaron las cartas del tarot y...- comenzó Michelle a soltar su monserga. Estaba buena y era hermosa. Parecía inocente, aunque para Robert daba lo mismo, era otra más. Le gustaba su boca, que dibujaba una sonrisa entre picarona y adolescente. Le dio la vuelta al mensaje.

MORIRÁS EL 7 DE SEPTIEMBRE. Será a las 17:03 horas. Ahora que lo sabes, no podrás decírselo a nadie, no podrás despedirte de nadie. Si lo haces, tú mueres.

- Joder, tonterías!
- ¿Qué te pasa, Robert?
- Hostia, nada.
- ¿Quieres que nos vayamos?
- Será un placer- dijo acercandose, rodeándola con un brazo y agarrándola del costado con la otra mano.

Dieron un pequeño paseo, cogieron un taxi y llegaron al hotel. Echaron un polvo, escuchó un par de monsergas mas de Michelle, se encendieron un cigarrillo y se quedaron dormidos medio abrazados, medio indiferentes el uno del otro, al menos el uno de la otra.

Echó un par de cabezadas. En la mesilla de noche había un pequeño y coqueto calendario, Miró la fecha, era 28 de agosto.

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De regreso a casa, soltó la maleta, que se fue rodando apenas unos centímetros por el pasillo de su céntrico apartamento. Robert sacó de nuevo su papelito de la cartera:

MORIRÁS EL 7 DE SEPTIEMBRE

Lo hizo una bola y lo dejó guardado en uno de los cajones de la mesa de trabajo.

Intentó un par de llamadas. El cabrón de Jimmy no lo cogía. Estaría de vacaciones en la soleada Miami Beach. Pensó en llamar a Michelle para ver si había llegado bien a casa, pero no lo hizo. Escribió un mensaje de texto:

"He llegado. ¿Qué tal tú? No abriste tu galleta".

Era verdad, Michelle no había abierto su galletita de la suerte. El camarero la retiró de la mesa junto al estuche con la American Express en su interior y la bandejita de plata reluciente; la galleta de Michelle estaba intacta.

Y si fuera verdad?- Se preguntaba Robert. Volvió apresurado a su mesa de trabajo y abrió el segundo cajón. Ahí seguía la bola de papel, la desenrolló, leyó de nuevo el mensaje y el reverso.

Había visto decenas de películas de miedo de esas en las que un loco llama a un tipo y le dice por teléfono que ni se mueva o lo mata y éste, aunque aguanta por un par de horas (justo lo que dura la película) acaba haciendo alguna tontería y se lo cargan. No hablemos ya de los innumerables films en los que suceden cosas raras en una casa, se enciende una TV o de aquellas en las que se cumple una profecía milenaria o continua una macabra tradición familar ancestral.
Pero en ninguna de esas películas el enemigo o extraño ser dejaba escrito al dorso los detalles ni la hora exacta. Aquello le estaba empezando a corroer las extrañas.

- Buenos días, ¿es el restaurante Haboi?- Preguntó.
- Solo quería...bien, el caso es que estuve ayer mismo en su restaurante con mi compañera, ¿recuerda? bueno, es igual. Solo quería preguntarles, ¿de dónde sacan los mensajes que aparecen en las tradicionales galletas chinas?- prosiguió.
- Ahmm...ahmmm...entiendo. Sí, pero...no hay una especie de profesional que trabaje para ustedes haciendo esto? Ahmm...ahmmm...ya, entiendo. Una empresa...lo compran directamente. Oiga, ¿me puede dar los datos de esa empresa? Sí, es para hacer un pedido. Mi socio trabaja en un restaurante cerca de Club Street. Yo me preguntaba si podía contar con esa información.

Colgaron el teléfono.

- Su puta madre- dijo Robert entre dientes. Volvió a telefonear un par de veces más sin éxito.

Dio vueltas por todo el apartamento pensando.

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MORIRÁS EL 7 DE SEPTIEMBRE decía el mensajito. Lo conservaba en la cartera y, de vez en cuando, le gustaba, en un acto casi masoquista, mirarlo y tratar de quitárselo de la cabeza. Pero no podía...

Abrió la puerta de la residencia  lamentando que todo eso estuviera sucediendo.

- Sí, pregunto por la señara Worthy. Soy Robert Paterson, su hijo.
- Tercer pasillo a la derecha, allí encontrará a su madre, han terminado ahora de comer, señor Paterson.

Tercer pasillo a la derecha. Se dirigió hacia allí. Todo lleno de viejos y viejas con la mirada perdida, casi apagada. Era lamentable que su madre tuviera que compartir hogar, si es que se le podía llamar hogar, con toda esa gente, al menos, él lo veía ahora de esta manera.

- Eh...mamá!- dijo Robert dirigiéndose casi con verguenza a la señora en silla de ruedas.
La señora Worthy levantó la mirada, lo contempló, sus ojos apenas se entreabrieron para verlo, bajó de nuevo la mirada.

- Mamá...mamá- dijo Robert nervioso, empezando a estar desesperado de algún modo.
- Mamá, vengo a disculparme. Este sitio es horrible y yo he sido un pésimo hijo. Nunca debí meterte en este lugar. Yo...solo quería venir a verte, solo quiero que sepas que lo siento.

La mujer no miró al hombre.

Robert cogió su mano - Joder, mamá. Quiero que sepas que te quiero, yo nunca he dejado de pensar en ti.

La mujer no miró al hombre.

Soltó su mano. Se apresuró al levantarse y quiso besarle la frente. No hizo nada, salvo acariciar su rostro. Cogió su chaqueta del brazo del sofá y se dio la vuelta. Miró a su madre por última vez...

Ella miró a su hijo y...esbozó una mueca dejando mostrar sus horribles y manchados dientes. Fue casi terrorífico. Parecía estar diciéndole a su hijo "jódete".

Se giró y afrontó el pasillo de vuelta.

Una madre lo vale todo. Una madre es el origen de todo. Una madre es la génesis del arroyo que corre, metáfora de lo que es el devenir de la vida, desde el torrente que corre con fuerza hasta el fino hilo que lleva a la vejez y de la vejez hacia la muerte. Todo aquello era hermoso, el amor de una madre. Generalidades y generalidades. Era hermoso, pero en su fondo pensaba que no había nada como una madre para los demás, pero no para él.

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Condujo hasta el condado de Larimer, Colorado. A apenas 30 millas a las afuera se encontraba el Red-Fort High School, su viejo instituto. 

Bajó del coche y se dirigió a la vieja alambrada de metal, algunas partes estaban ya oxidadas. Y pudo ver el césped quemado, la bandera de los Estados Unidos de América roída por el fuerte viento, un viejo autocar abandonado y la puerta frontal empapelada. El escudo del instituto estaba casi descolorido.

Y se vio con 17 años en el campo de fútbol tonteando con las animadoras del equipo, riéndose a carcajadas con sus amigos, vacilando al profesor de Literatura, fumando un cigarrillo a la espalda del bloque principal. Recordaba cuando por fin consiguió tumbar al gordo Ralphie y le hacía feliz pensar en ello. Esto último parecía algo sádico, pero le hacía feliz,

Nunca tuvo amigos como aquellos o nunca lo vio de esa manera...tal vez ni siquiera fueran sus amigos, tal vez fue lo más parecido. 

Se dio cuenta de una cosa: Se sintió joven y eso le gustó y le desagradó a partes iguales.

Volvió al coche. Abrió la guantera. Desenrolló con cuidado el papelito.

MORIRÁS EL 7 DE SEPTIEMBRE

Era 4 de septiembre.

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Todo el coraje del mundo y varios ejércitos de angelitos tocando cítaras hubieran sido necesarios para animar y empujar a Robert a cruzar el Jardín del Edén en unas circunstancias digamos normales.

Eden Street era la calle residencial donde todavía vivía Elly, su primera esposa. Llamó a la puerta:

- Sí?..desea algo?
- Eres tú...
- Perdone?
- No...ahmmm...no me recuerdas.
- No.
- ¿Es en serio, Ellian?- dijo Robert abrazando su chaqueta contra su pecho.
- No, perdone. ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Le conozco de algo?
- Sin duda.
- Ah!...-dijo Ellian.
- Y bien?-prosiguió.

Robert no dijo nada, apretó el mensaje de la galletita china de la suerte con su puño derecho.

- Solo...ahmmm..solo quiero que hables con Pat y la digas que la quiero.

La cara de Elly se descompuso. No dijo nada. Las lágrimas empezaron a emanar de sus ojos como un pequeño riachuelo.

Se dio la vuelta y cruzó el Jardín del Eden.

- Hijo de puta- escuchó.

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Lo pensó una y otra vez. Si a alguna persona había querido de verdad era a su hermana Martina. Ella vivía en Chicago, era periodista. Hacía un par de años que no se veían. Martina lamentó no haber podido pasar el Día de Acción de Gracias con su hermano las pasadas navidades. Y es que cada año hacían turnos para viajar él a la ciudad del viento, ella a la urbe gay por excelencia en el mundo entero, no era el caso de Robert, un mujeriego toda su vida. Ella era la única mujer a la que quería y respetaba, su hermanita pequeña.

- Marti, soy yo.
- Bobby! ¿qué tal lo llevas, hermano?
- Bien.
- Oye, ¿no es muy pronto para que me llames? ¿no estás en la oficina?
- No estoy allí.
- ¿Estás de viaje? Me muero de ganar por conocer Singapur.
- Viajas más que yo, Marti.
- Pero nunca a los sitios que me gustan.
- Te quejas por todo.
- Eres un idiota.
- Lo sé.
- ¿Qué tal con esa chica?
- ¿Quién?
- No importa...jaja, ¿qué tal está mi hermanito?
- Ahmmm...bueno, mira.
- Ocurre algo, Bobby?
- Martina, tú crees en que se puede predecir el futuro?
- JA, JA, JA...¿qué coño has fumado, nene?
- El otro día abrí una de esas galletas de la suerte.
- ¿Las galletas chinas de la suerte?
- Sí.
- ¿Y para eso me llamas?
- No, claro.
- Y bien, ¿te ha adivinado el futuro?
- Aún no lo sé.
- Claro.
- ¿Es bueno o malo?
- Es malo.
- Oh! Cuánto lo siento, Bobby! ¿de qué se trata?
- No te lo puedo contar-
- Y de qué quiere que hablemos?

Moría de deseos por contárselo, buscar consuelo y decirle adiós. Adiós por si acaso, adiós para siempre, adiós-hasta luego, decirle adiós a alguien. Miró el calendario: 6 de septiembre, 9 y media de la mañana.

- No quiero nada, solo quiero decirte que te quiero.
- ¿Te pasa algo, idiota? Venga, cuéntamelo!
- Ahmm....no-
- Es ella! Ah! Te has enamorado! Me llamas para contármelo, pero no, El señor Paterson nunca se enamora...JA, JA, JA. Te he pillado!
- No es exactamente eso, Marti-
- A mí no me engañas. JA, JA, JA.
- Quiero que sepas que te quiero, te quiero y te quiero-

La risa de Martina se fue apagando poco a poco.

- Me vas a contar lo que te pasa?
- No, te quiero-
- Idiota! Llámame cuando quieras hablar. te  dejo, tengo lío en la redacción. Adiós.
- Adiós.

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Parado frente al mar, en lo alto de un acantilado. Eran las 15:45 horas del 7 de septiembre. Abrió el puño izquierdo; el mensaje de la galletita china de la suerte estaba casi desintegrado.

MORIRÁS EL 7 DE SEPTIEMBRE. Será a las 17:03 horas. Ahora que lo sabes, no podrás decírselo a nadie, no podrás despedirte de nadie. Si lo haces, tú mueres.

Miraba al mar, sentía paz. Notaba la corriente fluir, a veces brava, otras veces tranquila. El viento era moderado, pero era viento y no una simple brisa.

Cogió su teléfono móvil.

- Michelle.
- Ah! Hola, Robert. Existes todavía? Me quieres explicar qué ha pasado estos días? Tienes la carta de despido encima de la mesa de tu despacho! Llevo llamándote todo este tiempo, tres veces al día, yo...
- Escucha, Michelle.
- Sí?
- Por qué no abriste la galleta china de la suerte aquella noche que estuvimos cenando juntos en el Restaurante Handoi de Singapur?
- Pero, ¿qué tontería es esa? ¿estás bien, Robert?
- Muy bien, Michelle.
- Eso es exactamente lo mismo que me escribiste en tu último mensaje.
- Eso es exactamente, sí.
- Qué te pasa, Robert?
- Repetiré mi pregunta.
- Por qué quieres saberlo?
- Necesito saber el porque.
- Vamos, Robert, por favor...
- Por qué no abriste la galleta china de la suerte aquella noche que estuvimos cenando juntos en el Restaurante Handoi de Singapur?
- Bob, ¿has perdido el juicio?
- Por qué no abriste la galleta china de la suerte aquella noche que estuvimos cenando juntos en el Restaurante Handoi de Singapur, puta?
- No me insultes, Bob! Qué coño te pasa? Déjame en paz! No me insultes!
- Por qué no abriste la galleta china de la suerte aquella noche que estuvimos cenando juntos en el Restaurante Handoi de Singapur, mala puta?
- Basta ya, Robert! No me insultes. Yo soy una buena persona, yo...
- Está bien, Michelle...yo...adiós, Michelle.

Colgó el teléfono.

Respiro profundo. Miró al mar y se estiró. Sintió los pies desnudos clavados en las rocas del acantilado, Eran las 17 y dos minutos del día 7 de septiembre.

La vida era un río, al comienzo un enorme torrente de agua, poco a poco encauzado, un hilito fino de agua, los ríos iban siempre a parar al mar, todos al mismo mar.


Sintió un dolor insoportable en el interior de su cabeza, como si le carcomiera. Abrió la boca y los ojos de agonía, pero no gritó. Puso las manos suavemente sobre la testa y se arrodilló. Sus ojos se ensangretaron y su vista se nublaba. Sus oídos se anulaban y su olfato dejaba de oler a sal y a asfalto.

Eran las 17:03 del 7 de septiembre.



domingo, 4 de enero de 2015

¿PODEMOS?

Este es uno de los pocos artículos de opinión que escribo casi "por obligación", además por estar de plena actualidad.

Cuando se inició este blog, poco podía yo imaginar que nacería un partido político capaz de hacerle frente a la clase política dominante (y decadente) encarnada por PP y PSOE, ese partido se llama PODEMOS.







Voy a dividir mi artículo en dos partes. En primer lugar hablaré de las diferentes reacciones que se han producido en España ante la llegada de este fenómeno llamado Podemos. En segundo lugar, hablaré de si realmente se trata este de un partido político de confianza o no. Ya os anticipo que la respuesta a esta segunda cuestión es un misterio en si mismo que nadie quizás sea capaz de resolver si no es puestos en la tesitura de que puedan formar gobierno, pero tal vez mi opinión pueda arrojar un cierto sentido común y una cierta manera de pensar que, modestamente, pienso que es la que tendríamos que tener todos en estos momentos de confusión y de terremoto socio-político.

Cuando he manifestado mi malestar por el hecho de ver cómo muchos amigos, compañeros o gente de a pie, en la calle, se dejan llevar por lo que dicen los medios de comunicación sobre esta organización política, inmediatamente se piensa que por ello existe la proporcionalidad de que voy a otorgarles mi voto. Esto no es así.

Una de las sentencias más demoledoras que le he escuchado nunca jamás a un político decir es aquella de Julio Anguita en las que venía a decir poco más o menos que los españoles somos un tanto perezosos mentales. Que realmente debiéramos dedicar un par de horas mínimo al día a estudiar la situación política de nuestro país para poder comprenderla de verdad desde los diferentes prismas, incluyendo el histórico.






Al final, uno concluye que efectivamente nadie se molesta en sacar sus propias conclusiones, en utilizar su sentido crítico, en coger de aquí y de allí y elaborar su propio pensamiento, sino que este pensamiento está profundamente dirigido, en este caso, por la clase política dominante y sus esbirros (o debería decirlo al contrario).

A partir de estos momentos pido al lector de este artículo que se esfuerce en pensar, en reflexionar y en seguir la lógica de mi planteamiento, el cual creo que es de sentido común.

A día de hoy no he escuchado a ningún miembro de la clase política dominante de este país (PP-PSOE) contradecir lo que durante muchos años llevaban diciendo muchos partidos políticos, asociaciones y movimientos ideológicos de este país: Que no gobiernan ellos, que son los llamados "mercados" (la banca, las multinacionales...) y esa desunión europea (gobernada actualmente en su mayoría por los partidos equivalentes al Partido Popular) las que lo hacen, las que toman las decisiones de verdadero calado. Ni siquiera hace falta escuchar lo que Izquierda Unida, por ejemplo, o cualquier otro de estos partidos o movimientos lleva diciendo desde hace años y que no ha inventado Podemos, simplemente hace falta fijarse en la propia naturaleza del sistema capitalista como modelo económico y social de los países modernos.

Así que si damos por hecho esto, y es algo que en nuestra propia vida cotidiana es fácil testar a la vista la inmovilidad a la hora de juzgar a los responsables del escándalo Bankia, banco que fue presidido por un ex ministro del Partido Popular como es Rodrigo Rato y nacionalizado por el gobierno del mismo partido. Mismo podríamos decir del hecho innegable de que muchos ex cargos políticos terminen trabajando para multinacionales o grandes corporaciones y que, incluso, durante el desarrollo de sus funciones políticas puedan compatibilizarlas con otras ocupaciones particulares, cosa que no puede hacer, por ejemplo, ningún funcionario público (lo cual nos llevaría a la cuestión de. ¿por qué no son ellos funcionarios si se supone que realizan una función pública?).

A partir de ahí, emana el tercer gran eje o el tercer gran poder, como yo lo llamo, los medios de comunicación. 

Si nadie es capaz de negar que la inmensa mayoría de los medios de comunicación españoles pertenecen a grandes grupos mediáticos, grupo Prisa y grupo Vocento, por ejemplo, y que dichos grupos mediáticos están vinculados, y no solo ideológicamente, a los dos grandes partidos políticos y también tienen entre sus "partners" a las mismas multinacionales o fundaciones en las que terminan trabajando algunos de estos políticos o que tienen algún tipo de relación con ellos. ¿Podemos entonces considerarlos medios de comunicación objetivos del todo?Yo lo dudo y, de hecho, no es demasiada casualidad que (y seguimos utilizando nuestro sentido común) una vez que Podemos se erige como una alternativa más que seria en las encuestas para asaltar la Moncloa, la mayor parte de los medios (de grupos vinculados a PP-PSOE) se lancen como locos a sacar literalmente "mierda" del pasado de sus líderes, particularmente de Pablo Iglesias, su ahora secretario general.


                            



Y a bien sabiendas que, como ya hiciera Hitler durante el nazismo, la propaganda al servicio del poder es lo que realmente crea el pensamiento dirigido de unas masas que, cada vez con menor sentido crítico y con muy pocas ganas de esforzarse en buscar por si mismos respuestas y de "estudiar" (como decía el señor Anguita), crean lo único que ven, oyen o leen...lo que dicen los medios de comunicación sobre el super fraude de Íñigo Errejón en la universidad, las donaciones de Pablo Iglesias a la televisión en la que realiza su programa que, indirectamente (tal como mandan los cánones de un mundo globalizado) pertenece o vende sus productos a la televisión extranjera, en este caso la iraní que, por cierto, es un pais horrible en el que todo el mundo seguro que está "encantado" de ver cómo se torturan a las mujeres o se matan los unos a los otros por cuestión de religión.

Cuestión aparte es lo de sacar las declaraciones de los vídeos subidos a YouTube (la mayoría, por cierto, de Libertad Digital y otros medios "independientes" aparte de por sus fieles seguidores).

La mayoría de estos vídeos son de antes de Podemos. Antes de Podemos, sus dirigentes ya han admitido en miles de ocasiones a qué se dedicaban y nos han repetido hasta la saciedad que muchos estaban en Izquierda Unida o en el Partido Comunista. También nos han repetido hasta la saciedad que en una situación de "rescate ciudadano" como la que nos encontramos en estos momentos, todo el mundo es bienvenido al que, a día de hoy, es el único partido que dispone de mecanismos de participación ciudadana real y cuyas plataformas digitales han sido reconocidas a nivel internacional. De hecho, yo me esfuerzo en comparar, utilizando mi sentido común, la clientela del Partido Comunista español (pasaros alguna vez por las fiestas del PCE) con la de Podemos y no veo una plaga de perroflautas con rastas, oliendo mal e hizando la bandera tricolor ni la hoz ni el martillo en la misma cantidad ni con el mismo modus-operandi.

Y utilizando unos silogismos a los que yo respondo diciendo que, por favor, no me traten como idiota ni como subnormal sin un mínimo de cultura, se establece el pensamiento dirigido de que como esta gente trabajó o reconoce las cosas buenas de países de Latinoamérica, los que más han crecido durante la crisis económica, por cierto (vease Brasil o Chile), existe una indudable proporcionalidad en el hecho de que si defienden a Venezuela, ellos cuando gobiernen van a aplicar las mismas políticas que en Venezuela y que, por lo tanto, vamos a irnos a la mierda en dos días.






Aparte de que ellos ya han repetido en varias ocasiones (yo no sé ni cómo no se cansan) de que el que piense que se pueden aplicar en España las mismas políticas que en Venezuela es un analfabeto político, utilizando nuestro sentido común y si se diera el caso....¿cuánto tardaría la Merkel en sentar a Pablito Iglesias en un despacho y leerle la cartilla? ¿Cuánto tiempo tardarían PP y PSOE en lanzarse al cuello del gobierno de Podemos? ¿Cuánto más los medios de comunicación? ¿Cuánto tiempo la ciudadanía?

Dejamos de lado también el aspecto formación. Veamos, es cierto que cualquiera podría entrar a un aula y dar una clase, cualquiera puede impartir justicia en un momento dado, aunque sea con sus hijos, cualquiera se puede automedicar...¿Cuántos de estos lo harían adecuadamente?

Soy de los que piensa fervientemente que el profesional se hace, no nace, ni que el hecho de trabajar de una cosa que no eres te convierta en ello. Estamos hablando de políticos profesionales y no de abogados, inspectores de hacienda, procuradores o registradores de la propiedad que se han metido en política. ¿Acaso debemos denostar a quienes tienen una formación académica específica que no tienen los políticos que nos gobiernan actualmente? No creo que haya que desdeñar este aspecto.

Estamos presenciando un ataque por aire, mar y tierra a Podemos en los medios de comunicación propiciado por la clase política dominante y cuyo objetivo es minar la moral o la indecisión de los votantes o posibles votantes, pero...¿por qué no lo han hecho nunca con los verdaderos y constatados comunistas que eran los de Izquierda Unida o los del propio Partido Comunista? ¿Por qué nunca han sacado la mierda de UPyD o de Ciudadanos? Sencillamente porque están acojonados...sencillamente porque se les acaba el pastel a todos.

Y llegamos a la conclusión de la primera parte de mi artículo: Lo que realmente me molesta es que se saquen informaciones exageradas, fuera de contexto, sesgadas o interesadas para confundir a la opinión pública y sembrar el miedo. Y tanto culpables son los medios por hacerlo, como nosotros por creérnoslo y seguir delegando nuestro pensamiento libre e independiente en lo que nos digan por televisión, radio, prensa escrita o Internet. Pero ¿y si fueran o si son ciertas? ¿Acaso a alguien le importa de verdad el contrato de Errejón más que los escándalos de Bankia, los cientos de casos de corrupción del Partido Popular y del Partido Socialista, la situación vergonzosa y de bochorno mundial en la que se encuentra nuestro país y, en ocasiones, de auténtico drama nacional (paro, deterioro de la sanidad pública, justicia...)? 

Esto es lo que me molesta de verdad. Mirar para otro lado es de cobardes o de fanáticos. Creo que nos sobran los motivos para mandar a mamar a estos dos partidos políticos (PP-PSOE) ya de una vez. El problema principal es el miedo, el terror (natural, innato, pero también infundado) que tenemos al cambio y que por primera vez en muchos años es posible esta vez. 

Segunda parte...¿PODEMOS?

Muchos, aunque no me conozcan de nada, podrán deducir en un ejercicio de simpleza sin igual, que yo soy un votante potencial de esta formación política. ¿Creo yo que hay que votarles?

Una cosa son mis convicciones personales de lo que debería ser el proceso de algo tan importante y que, desgraciadamente, solo podemos hacer cada cuatro años, que es votar, y otra muy diferente el mirar objetivamente si esta es la mejor opción o no para los indecisos o para los que no queremos, como es mi caso, ni en pintura a PP o PSOE.

En cuanto a lo primero, yo soy de los que piensa que el verdadero demócrata es aquel que "se molesta" una tarde a tirar de Internet y de leerse, como mínimo, el ideario, manifiesto o extracto del programa de todos y cada uno de los partidos políticos que se presentan a las elecciones. Si al final de este desarrollo no te convence absolutamente ninguno de los partidos, es entonces cuando puedo ver con buenos ojos el votar en blanco o nulo. Fuera de esto, no puedo admitirlo como una opción válida visto que hagas lo que hagas en estos casos, le acabas por dar de manera indirecta el voto a la mayoría (cosa que muestra a las claras las irregularidades y lo injusto de nuestro sistema electoral).
Adicionalmente sí creo en el voto práctico. Creo que cuando  las encuestas muestran a las claras que existe posibilidad real de que votando a un partido, el que no te gusta, el que está en el gobierno, se vaya a la mierda de la poltrona, puede ser una buena opción el votar a aquel que se la puede arrebatar. Son, lo que yo llamo, situaciones de excepcionalidad y de emergencia. Y yo soy de los que considera que en estos momentos lo urgente es echar al Partido Popular y al Partido Socialista del primer puesto en las próximas elecciones. ¿Eso supone votar a Podemos? Podría suponerlo según lo que indican las encuestas a día de hoy.

PERO...

Queda casi un año para poder pensarlo. En estos meses tenemos que ver cómo concretan sus propuestas Podemos y el resto de partidos (que no han adelantado a día de hoy nada de sus futuros programas electorales).

Y aquí viene mi crítica a Podemos:

Me importa un reverendo cojón de pato los vídeos de YouTube del año 2011 de cuando Pablo Iglesias iba zarrapastroso y se codeaba con sus colegas comunistas o el verle pedo cantando la internacional, porque todos tenemos un pasado. Lo que no me importa es el hecho de sus contradicciones en cuanto al programa que presentaron para las elecciones europeas y lo que están preparando para el de las elecciones generales.

Algunos medios han enfocado esto como contradicciones. Yo sí veo lógico que en un primer momento, recién nacido un partido, no se pueda realizar con toda la reflexión y tranquilidad del mundo un programa electoral para unas elecciones europeas y que, incluso, lo normal sea lo que se hizo: trazar unos objetivos generales para poder ser concretados en el futuro del partido.

Ahora bien, hemos escuchado a Pablo Iglesias echar para atrás en aspectos relacionados con el tema de la renta universal, la jubilación a los 60 años y el impago de la deuda. 

Admiro profundamente a Pablo Iglesias, me gusta como habla, no es un genio como Julio Anguita, pero creo que sabe explicar bien las cosas y que entiende de muchas. No digamos ya sus dotes a la hora de debatir ni su enorme educación a la hora de hacerlo y de respetar los turnos de palabra, cosa difícil de encontrar hoy en día ya no solo a nivel televisión sino en general a nivel sociedad. Hasta el propio hecho de que Julio Anguita lo legitime como una buena posibilidad de gobierno me hace pensar que lo es y que mi voto debe ir hacia él. Pero...¿podemos?

A día de hoy no puede contar con ese voto mío. Le he seguido demasiado en las entrevistas que ha realizado (las he visto casi todas) y sé que aquellas contradicciones de las que hablan los medios sí lo son de verdad. No me preocupa el hecho de que se hayan podido equivocar, si no de que lo encubran como que no lo explicaron bien en el programa de las elecciones europeas, porque eso sí que lo hace la que ellos llaman casta. Más me preocupa el hecho de que no hayan estudiado a fondo la situación real del país a la hora de elaborar su programa para las europeas siendo el margen de error, por ejemplo para el asunto de la jubilación, de ni más ni menos que 5 años. Han tenido que llegar unos expertos económicos para decirles que no es posible. Y eso...eso sí me genera dudas. 

Su discurso es en ocasiones demasiado universitario. Sí es importante tener ideas, pero también es importante saber cómo se van a desarrollar y tener la perspectiva de cómo vas a luchar contra lo que se te viene encima.

A SABER...

Me parece ridículo que Pablo Iglesias piense que sentando en una mesa a los grandes magnates del sistema capitalista les vayas a convencer de que se aprieten el cinturón ese "poquito" que parece que les va a exigir. Por supuesto que la riqueza ha de repartirse más y mejor, pero no veo cómo lo van a hacer si no es con mano dura y a base de nacionalizaciones y eso...¿nos interesa? 

Pues a lo mejor hay que ser más maquiavélico que el gran magnate de las finanzas y tener a unos tiburones en tus filas que ni siquiera parecen tener el PP ni el PSOE. Alguien que abogue por trabajar con las empresas por el bien del país. No se les puede pedir en el sistema actual que se quiten de ganar pasta a cambio de nada, porque esos mercenarios de las finanzas no tienen ni les interesan ni los desahucios, ni la educación pública, ni la sanidad ni siquiera la pobreza infantil de la que tanto habla Podemos, sencillamente porque son las propias piezas del sistema capitalista, sus engranajes. ¿Cómo lo van a hacer entonces? Tienen 10 meses para demostrárnoslo.

Y a todo lo que acabo de comentar sobre Podemos y que me siembra la duda de si será o no finalmente el partido al que vote en las elecciones generales de finales de este año, he llegado yo solito, No me han hecho falta ni panfletos que me digan como tengo que pensar,  ni gente que se escandalice por los papeles de Errejón o por la pasta que le daba Pablo Iglesias a sus empleados semiprofesionales de la tele (ni que nosotros nunca hubiéramos dejado por pagar el IVA de una reforma o no hubiésemos dado dinero a nadie por un favor o un servicio entre particulares, por poner un ejemplo). A todo esto he llegado yo leyendo de aquí y de allí, viendo y comparando los videos completos yo solo, observando su comunicación verbal y no verbal, tratando de buscar las contradicciones, intentando contradecir sus justificaciones o su respuesta a las acusaciones que se les hacen...a esto he llegado yo. 

No me pongo como ejemplo de cómo debéis pensar, pero creo que todo el razonamiento expuesto con anterioridad sigue una cierta lógica en base a datos a los que ni la propia clase política ha llevado la contraria todavía (existen tres grandes poderes), a mi sentido común (cómo actúan y por qué contra Podemos, formación académica de Podemos, quienes apoyan o integran Podemos) y a mí sentido crítico (qué me gusta y qué no de Podemos según lo que he visto y escuchado por mí mismo).

A partir de ahí...¿Podemos? 

Podemos cambiar este país y eso empieza por cambiar nosotros. Solo tenéis que ver lo que hay a nuestro alrededor, dejar por un momento el IPhone y las paridas y pensar un poquito. Se trata de tener un mínimo de empatía, ¿es mejor lo que tenemos con estos gobiernos PP-PSOE que un cambio? Si la respuesta es que sí, no hay nada más que hablar. Si la respuesta es no, entonces se trata de ver después quién debe ser el protagonista de ese cambio. Yo creo que los únicos que sí PODEMOS somos nosotros mismos, ¿tú qué piensas?