jueves, 25 de diciembre de 2014


Cuentos en el Pinar: "Secretos de confesión".


SECRETOS DE CONFESIÓN



- Ave María purísima...
- Sin pecado concebida...
- Padre, me confieso de haber...

(silencio)

- Bueno...es difícil decirlo...
- No tengas miedo, confía en el señor. Has venido aquí y eso significa que estás arrepentido, sea lo que sea, Dios te sabrá perdonar.
- Ah, bien. En ese caso...he matado a un hombre.

(silencio)

- Y...¿qué te ha llevado a cometer un pecado de esta magnitud, hijo?
- ¿No me va a preguntar quien era la víctima?
- No debo saber más de lo necesario, hijo mío...¿cómo has podido cometer un crimen así?
- Pues se trata de una feligresa de esta parroquia, señor.

(silencio)

- En cualquier caso, hijo, es importante que me expliques qué pudo haber pasado, qué clase de tentación del diablo pudo llevarte a la oscuridad...el señor es misericordioso.
- Se trataba de Agnes, la puta del coro.
- ¿Agnes?...(santiguándose). Bien, hijo, ¿qué te condujo a ello?
- Verdaderamente esa Agnes lo estaba pidiendo a gritos. Estaba pidiendo que se lo hiciera...
- ¿Y bien...?
- La muy perra no quiso. Se hizo la estrecha.
- Entiendo...¿cómo tu alma pudo verse tan nublada en aquel momento díscolo?
- Como bien sabe, padre, ella trabajaba vendiendo tabaco cerca de la iglesia. Lo que no sabrá es que era vecina mía desde hará unos veinte años.
- Comprendo...
- Y me saludaba como si fuera el último hombre de la Tierra. Y todo coincidió con mi divorcio, ya sabe, Dianne. No hemos prodigado mucho por el templo, señor, pero inexorablemente da igual. Somos creyentes...mire, padre...toda esa mierda de practicar esta muy bien, pero cuando le veo allí arriba...no se ofenda.
- Continúa, hijo.
- Es un auténtico coñazo. Bueno, el caso es que esta Agnes era de las que, aparte de venderme el tabaco cuando no pasaba por el centro comercial, también quedó viuda. Ya sabe usted, aquel viejo.
- Robert.
- ¡Robert! ¡Ese zapatero cabrón! Tenía más pasta que todo esta comunidad de pacotilla. Dios le dio su merecido, se lo digo yo.
- Hijo, Dios no es vengativo.
- ¡Pero yo sí! Total, que cuando un día la pillé en el ascensor ella lo estaba deseando.
- ¿Y bien?
- Que la agarré del hombro...solo la besé. Empuje ese moño hacia mí y la metí la lengua...y entonces...
- ¿Entonces...?
- ¡Me rechazó! ¡Me rechazó y me dio un tortazo!
- ¡Un tortazo!
- De veras, padre. La iba a haber respondido a mano abierta, pero entonces llegamos a su piso. Salió corriendo despavorida y me cerró la puerta en las narices.
- Increíble...
- Pero aun no sabe por qué la maté...
- No.
- Pues resulta que una noche la espié...¿y cuál es mi sorpresa?
- ¿Cuál?
- La veo retozando en la cama con un moreno.
- ¿Te refieres a un hombre negro?
- Dos metros, parecía el propio Hakeem Olajuwoon.

(silencio)

- Y lo vi porque su ventana da a la mía. Bueno, no exactamente...digamos que puedo verlo todo a través de un recoveco.
- ¿Un pequeño recoveco?
- Así es.
- Bueno...vamos a ver, hijo mío. 
- ¿Sí, padre?
- Lo que has hecho ha estado mal...(suspiro)...realmente mal.
- ¿Y bien, padre?
- El caso es que...
- El caso es que fue una noche en el aparcamiento.
- Sí...
- Sí, y además ella solía aparcar cerca mío. Aún después del capítulo del ascensor, la muy perra continuaba aparcando en el mismo sitio, a la misma hora, como insinuándose...claramente insinuándose.
- Quieres decir...¿la mataste a plena luz del día?
- No, ella cierra el establecimiento tarde, pero no fue directa a casa...supongo que iría a golfear con las amigas o habría quedado con el Hakeem para que la calentara en honor al viejo puto Robert.
- Hijo, todos tenemos derecho a equivocarnos.
- Y resulta que me había hecho con un cuchillo de esos de película. Lo llevaba bien enfundado entre unos paños empapados en alcohol.
- ¿En tu propia bebida, hijo?
- No, dicen que en contacto con el alcohol el filo es capaz de cortar con mayor tersura. Lo vi en un blog de Internet sobre asesinatos.
- ¡Ah!...entiendo.
- Me bajé del coche y la corté el cuello como a un cerdo. Eso sí...me permití decirle las últimas palabras.
- Hijo, sabes que esas palabras no salieron de ti, salieron del mismísimo Belcebú.
- La dije..."Hola, Agnes...¿ahora ya no me saludas como me saludabas antes? Ya sabes, esa sonrisa buscona y con doble intención...¿has esperado a que muriera tu viejo para hacerte la digna? ¡Apuesto que hasta tú misma lo envenenaste!
Y muy sorprendida se tiró contra el coche...pero yo la maté antes. Me arrojé sobre su pecho y con un semicírculo de lóbulo a lóbulo, rajé su cuello por completo.
- ¿Murió en el acto?
- Tal cual...
- ¿Y después, hijo?
- Corrí desesperado hacia el norte, pero no recorrí ni cien metros. Volví y la metí en el maletero.
- ¿Te deshiciste del cadáver?
- Lo tiré a dos millas del acantilado de Saint Passagás, en un pequeño descenso que hay.
- Entiendo...
- Y por eso vengo a confesarlo...
- Ya.
- Entonces...¿Dios me perdona?
- En realidad Dios es misericordioso y alaba que hayas venido a contármelo. Pero...
- ¿Pero...? ¿No es suficiente?
- Sí, claro...has sido muy...conciso en tus explicaciones, pero...
- ¡Dígame, padre! ¿hay que rellenar algún papel, hacer algún tipo de donación? ¿cómo se curan aquí los pecados?
- Sin duda es encomiable que estés reconociendo ante Dios esta atrocidad, hijo, pero me temo que no basta solo con ello...no veo, no creo...no parece que estés profundamente arrepentido por ello.
- No, ¿es acaso una condición?
- La más importante...además...
- ¿Además? ¡Joder, qué complicado es todo!
- Hay una cosa...
- ¿Sí, padre?
- El asunto es que...
- ¡Suéltelo!
- La mentira sobre este tipo de cosas tan complicadas...en fin...empeora aún más las cosas.
- Sí, puedo imaginarlo, padre.
- Y la cuestión es...
- ¿Sí?
- Que la propia Agnes estuvo esta mañana aquí mismo confesándose en el mismo lugar donde ahora tu apoyas tus rodillas, hijo mío.
- ¿Cómo? ¡Es imposible!
- Tal como te lo digo, hijo.
- ¡Vieja puta! ¡No es posible! ¿No ha podido usted equivocarse, padre?
- De hecho, el viejo Salemon...el párroco de la iglesia...
- ¿Qué pasa con el viejo?
- Compró tabaco ayer mismo por la tarde en la tienda de Agnes y...ella estaba allí, estaba reponiendo los cartones de tabaco cuidadosamente subida al segundo escalón de la escalera...uno a uno, cajetilla tras cajetilla en los estantes intermedios.
- ¡Imposible! Yo la maté hace tres días...
- Y no solo eso...
- ¿Existe la vida eterna, padre? Así que era verdad...eran las enseñanzas de nuestro padre las que han terminado por hacerse realidad.
- No solamente eso, hijo, la vi después de la misa irse hablando con Maggie y con Astulcia.
- ¡Las otras golfas del coro!
- Efectivamente...y bien parlanchinas se fueron meneando el culo escaleras abajo hacia el centro. Probablemente fueran a comprar trapos al mercado...
- ¡Las muy perras!
- Verdaderamente.
- Padre, no lo he podido soñar...el cuchillo todavía tiene restos de sangre. Antes de venir lo he sacado de debajo de la cama, que es donde lo guardo todavía.
- A veces los estados depresivos nos juegan malas pasadas.
- Pero...puede que exista la reencarnación.
- ¡Otra cosa de la que me acabo de acordar! Melonne, la compañera de Agnes.
- La mujer del estanco.
- ¡La misma! Vino ayer a verme y después...
- ¿Después?
- Se quedó hablando con otras dos feligresas.
- ¿Y qué dijeron las metomentodo?
- Poco más o menos que la pusieron a parir.
- ¡Pécoras!
- Las dos dejaron tirado al coro de la iglesia es día del concierto de Santa Cecilia.
- ¡Admirable!
- Una poca vergüenza increíble. Hablaban de cuando se tuviera que retirar. No quería dejarle el negocio a Agnes.
- Las envidias siempre han sido marca de la casa en cuestión de mujeres, padre.
- Son de lo que no hay.
- Inexorablemente.
- ¿Qué piensas que hicieron después?
- Gastar el dinero de sus difuntos maridos y poner a parir a la humanidad.
- ¡Sencillamente! Resolver el mundo ellas solitas. Parece que aquí el señor pinta más bien poco y que la gente viene a limpiar su conciencia durante unos cuarenta minutos aproximados.
- No sé donde vamos a llegar.
- Realmente.
- Padre, ¿todo esto a qué nos lleva? ¿es esa la vida eterna que nos prometía Cristo?
- No sé qué decirte, Robert...no sé qué decirte.

(silencio)






viernes, 19 de diciembre de 2014

Poeta como tú: "Culminación de la metamorfosis".



CULMINACIÓN DE LA METAMORFOSIS
(ahora soy el hombre)



Estoy en el medio de la nada,
flotando en una nube,
apuntando al centro del anillo
que dejan dos árboles
separados, pero no enfrentados.

Sé que puedo ser mejor, pero no lo veo
no lo quiero ver, sé que soy único
y perdido entre la gente allí en la gris ciudad,
solo me importa lo que tiene que ver conmigo
dándole la razón y otorgándoles el triunfo
que a la larga he obtenido yo.

Mirando al otro lado del charco, 
me resigno mirando la victoria llegar
a lo lejos, escondido debajo de un madero
escuchando el viento ulular, la sangre que corre por el río.
Puede ser único esta vez, puede ser que llega lo nuevo
y váyase lo viejo.

Y sonríe ella al aparecer, y yo la ignoro y me hago el duro,
pero las rosas que pongo en su cama están húmedas
de frescura y huelen al prado
cuya hierba piso acechando, controlando y vigilando.
Y las palabras que no digo ahora son más valiosas.
Y la mirada de rechazo provoca otras fuertes emociones
que desconozco y poco me importan.

Y me encierro en mi habitación
escuchando el alma de los negros,
sintiendo el latir de los rascacielos
retumbando en mi interior
y el fragor de la batalla liberada
disfrutando de recoger los restos
y pacer con el excitante hierro
entre los brazos y calmoso mi interior.

Enrollarme en una limpia melena,
sentir el tacto que despierta la fiera dormida.
Y yo me pregunto dónde ha estado todo este tiempo
si no ha sido siempre dentro de mi cabeza,
si no ha estado secuestrada y detenida,
enzarzada entre las ramas puntiagudas.
Y me enrollo en la mañana entre las sábanas,
porque vuelvo a ser el hombre.

Y puedo salir al jardín y hablar con los vecinos
o arrodillarme en un rincón sin entender
cómo he podido llegar hasta allí.
Entonces me tumbo y miro el techo blanco
y mi corazón palpita, y hecho de menos
lo que fui.
Pero sé que es lo que quiero, es el despegar...
El camino de regreso es largo
y la carretera serpentea
a mis manos.

Y ella me despierta con un beso de buenos días
entre blancura y olor a café y tostadas.
Y vuelvo a pisar el verdor húmedo
y a imaginar las olas azules celeste,
a columpiarme entre los dos árboles,
me cuelo entre los robles,
paseo por el pinar
y al final estoy entre la multitud.

Ahora soy el hombre,
ahora me creo que lo soy.
Y los faroles rojos del metro,
y las luces de los semáforos,
y la fina lluvia mezclada con el olor a polución...
Ella me espera y encuentro la humedad en mi colchón
y la soledad en blanco, el sueño que me hace sonreír.
Y espero a la mañana siguiente
para que entren los primeros rayos del sol
y vuelva a ser el hombre,
el que abrace a su almohada
y se levante con ella de la cama
mirando a través de la ventana
el amanecer a través del bosque fresco
y el sabor amargo del tráfico
que dejo atrás
serpenteando
de un lado
al otro.
Ahora soy el hombre.







sábado, 13 de diciembre de 2014

EL ESFUERZO

El esfuerzo, esa especie en peligro de extinción...

Todavía quedan algunas personas mayores, especialmente algunos abuelos, que le recuerdan a sus nietos la importancia de esforzarse y de ser un buen trabajador. Honrado y trabajador, seguro que os suenan esas palabras en boca de vuestros más ancianos parientes.

Hay personas que nacen y otras que se hacen. ¿Quienes son más felices? Yo pienso que cuando alguien no tiene nada por lo que luchar, deja de ser un humano. Es más, es posible que deje de vivir. Y esto es así porque va contra natura. Va contra el propio instinto de supervivencia.

Hay gente que lucha, se esfuerza todos los días por intentar lograr sus metas y encuentra en ello muchos obstáculos. Hay otros que tienen potra y parece que no necesitan esforzarse demasiado, yo a esto lo llamo suerte (a pesar de que se diga que no existe) o tener talento para ciertas cosas y llamarlo potra, tendiendo a minusvalorar las cosas buenas que tenemos y que parece que ignoramos.

Hay gente que dice que se esfuerza por el mero hecho de dejarse llevar por la corriente natural de la vida. Gente que dice que se esfuerza por sacar adelante a sus hijos, gente que se levanta pronto para ir a trabajar, gente que hace las tareas de la casa...siento ser arrogante, pero no es ese mi concepto del esfuerzo. Cumplir con las obligaciones no es esfuerzo, a no ser que esto suponga una losa y haya que acudir a nuestro viejo amigo, el esfuerzo, esa especie en peligro de extinción, para seguir viviendo, aunque sea llevado por el riachuelo.

Luego están los dejados, para mí estos sí que se esfuerzan, pero en joderse la vida. Pienso verdaderamente que algunos logran llegar a lo más bajo a base de currárselo de lo lindo y eso...¡eso sí es esfuerzo! Aunque también existe la otra suerte, la mala (aunque digan que no).

Cuando digo que el esfuerzo es una especie en peligro de extinción lo digo con conocimiento de causa. Yo aún sigo creyendo en el esfuerzo, en esa fuerza interior que, muy relacionada con el orgullo propio y el sentimiento de honor, con la sana ambición y con el ponerse metas para intentar mejorar o subir escalones en esta escalera en la que parece que algunos han llegado hasta arriba en ascensor y otros nos deslomamos para llegar a lo que la vida nos deje. Es ese viejo anciano del que ya pocos dependen o al que pocos piden ayuda.

Nuestro sistema educativo apela constantemente al esfuerzo y cae constantemente en un error. No puede haber esfuerzo si no hay una motivación, un motivo para esforzarse. La educación de hoy en día no pone metas, retos interesantes para los alumnos, solo reproducir el patrón establecido. Si a ello le sumamos que lo que ellos hacen ya está escrito en algún lado, al alcance de un clic o se les permite, tanto en el aula como fuera de él, seguir la ley del mínimo esfuerzo sin represalias alguna, entonces el esfuerzo está condenado a morir.

La sociedad de consumo ya le puso la pistola en la sien al esfuerzo. Eso que llaman el estado del bienestar consiste en que habrá otros que lo hagan por ti (pagando, claro). Las nuevas tecnologías van a precipitar su muerte. La capacidad de los adolescentes de poder hacer varias cosas a la vez, aunque desde hace años ha quedado demostrado que el ser humano solo puede atender a una única tarea consciente (no hablo de actos reflejos), es algo que minimiza los tiempos de atención en una sola actividad dificultando y hasta impidiendo focalizarse en ella de manera pasmosa para los que acostumbramos a esforzarnos.

Es difícil cultivar el arte de la conversación en un mundo que va más deprisa que nosotros mismos, la gente quiere contestaciones breves y directas, no hay lugar a la reflexión. La gente no quiere explicaciones, solo quiere lo que buscan. La gente no sabe escribir con letra elegante y legible, porque ello requiere esfuerzo. La gente no se lee las instrucciones del DVD, porque ello requiere esfuerzo. La gente no lee más que aquello que le entra por los ojos, la gente, por tanto, no estudia o, al menos, no como antes.

Este artículo, o lo que quiera que sea, se ha gestado estos días en los que preparaba con mucho esfuerzo diario un importante examen oficial de Inglés. Reflexionaba hoy yo para mis adentros que tengo razones para sentirme orgulloso de mí mismo. Me he pasado los últimos tres-cuatro años de mi vida estudiando inglés y logrando pasar de un nivel pre-intermedio a un nivel avanzado a base de estudiar para lograr un nivel que cualquier chaval a día de hoy es capaz de conseguir con 14 años. Y no hablo solo de que vayan a colegios bilingues "maravillosos" (que, por cierto, también matan el esfuerzo a golpe de talonario y de apariencias) si no más bien de que sus capacidades son diferentes a las mías, por no hablar de sus oportunidades.

Escuchan música en inglés desde que nacieron, cantan sus canciones, memorizan sus letras, ven series de tv y pelis en versión original y, ante todo, viven en un mundo globalizado, ese que llegó a mi vida sin darme yo ni cuenta hasta que reparé en que todos estábamos más jodidos desde entonces. Su capacidad de aprendizaje no es mi capacidad de aprendizaje, porque esas capacidades son, sencillamente, diferentes. Yo hinco codos para aprender inglés, ellos se van de Erasmus o tienen una beca para estudiar en el extranjero. Ellos entienden al foráneo mejor, porque la música está en sus venas y, más que posiblemente, el área de sus cerebros destinada a este talento esté muy relacionada con la capacidad de codificación, interpretación y comprensión de los mensajes recibidos en otro idioma.

Igual que con el inglés, podríamos poner muchos ejemplos. El problema está por llegar. Tal vez no necesitemos limpiarnos el culo mientras exista alguien o algo detrás que nos lo limpie, pero tal vez algún día nos quedemos sin papel higiénico...¿y entonces qué?

El mundo de las ideas está siendo sustituido por el mundo de los dispositivos. Los que hemos vivido ese cambio y lo disfrutamos, aunque progresivamente también nos estemos volviendo más gilipollas en algunos sentidos, lo sabemos bien.



 



¿Qué será del mundo sin el abuelo esfuerzo? Ya lo estamos viendo. Niños pequeños que dicen que no lo entienden cuando se trata de hacer sus deberes, porque sencillamente no han leído lo que les piden. Los mismos que protestan cuando se les asignan tareas, bien en el cole o bien en casa. Los mismos cuya atención es tal que son capaces de preguntarte lo mismo hasta cinco veces seguidas. Los mismos a los que una orden de más, no es escuchada ni comprendida.

Adolescentes cuyo humor ya no me resulta gracioso, porque no es original, porque es mera fotocopia de lo que ven, oyen e imitan. Gente cada vez más quejica cuando no consigue lo que quiere y que se esfuerza en protestar sobre soberanas tonterías en vez de esforzarse en pensar y actuar sobre lo que realmente importa.

El fallecimiento del esfuerzo se producirá en los próximos años y, lo peor, es que lo veremos como un adelanto, como una nueva forma de actuar, pensar y vivir. Yo lo viviré como un drama...

Porque, aunque no sea ya un valor en alza, el esfuerzo es lo que me ha salvado la vida, lo que me ha levantado de estar sentado en la falsa quietud, más bien parsimonia, yo diría desidia. Es lo que me ha hecho lograr aquello mucho o poco que tengo, es esa energía que me mueve por dentro y me hace estar inquieto, el que me hace tener una vida, el que me hace ser mejor, el que coge de aquí y de allí y cocina él sólito la persona que quiero ser.

Esforzarse en pensar...¿también eso morirá? Miro a mí alrededor y pienso, que eso fue lo primero que se quedó difunto hace ya algunos años.