sábado, 30 de diciembre de 2017

SOY GILIPOLLAS

SOY GILIPOLLAS

(Bye, bye 2017)







Soy gilipollas…quizás sea fuerte empezar diciendo esto, pero lo soy.

Soy gilipollas por creer que un mundo incinerado por las llamas del egoísmo tiene aún esperanza. Gilipollas por creer a ciegas en los valores humanos que nadie puede ver. Gilipollas por poder ser capaz de discernir entre el bien y el mal. Gilipollas por no pegarle un jalón a la oportunidad, eclipse para algunos, luz del día para los más picaros o espabilados. Gilipollas por ir tan lento, siempre a remoque de una vida que pasa de largo demasiado rápido. Gilipollas por creer en las personas, que son sólo productos estratégicamente colocados en las cintas correderas. Gilipollas del tiempo que es hoy. Gilipollas del espacio, que es cada vez más ancho. Gilipollas de ver el problema como propio cuando el problema es de los otros. Gilipollas por no valorar lo que de verdad importa, cegado por la corriente de aire obscurecido que no cesa. Gilipollas por no besar cada día la mejilla de quien me dio la vida. Gilipollas por no cuidar la flor que muere dentro de nosotros cada día. Gilipollas por dejarme casi siempre llevar por el ventarrón de la vulgaridad que me hace preocuparme por los vulgares y me lleva con ellos como a una hoja amarillenta del otoño.

Soy gilipollas por esforzarme en educar generaciones del siglo XXI capsulado en el prisma sin salida del siglo XIX. Gilipollas por enaltecer la importancia del esfuerzo en un mundo al que le cuesta el sólo hecho de parar para pensar. Gilipollas por cansarme y dar la papilla indigerible masticada y escupida sólo para ser rechazada por apetitos caprichosos o bebes balbuceantes. Gilipollas por hacer lo que viene escrito de un dictador y continuar siendo su manijero. Gilipollas por darle crédito a la receta de un mal cocinero. Gilipollas por sentirme culpable de no implantar lo que nadie siquiera se plantea. Gilipollas por ser el listo de entre los listos, aquel que se moja mientras los demás miran y ríen arrecostados desde la hamaca con la ropa de baño aún seca. Gilipollas por ser siempre el malo de una película no dirigida por mí. Gilipollas por gritar en el vacío y sólo escuchar el eco que me llama “gilipollas”. Gilipollas por darme masajes que desenredan y por sentirme renacido cuando mi cerebro se refresca y el óxido se desprende de él. Gilipollas por esperar una palmadita que nunca llega y que, cuando llega, empuja hacia las llamas, aunque parezca que reconforta y alivia como el mismo paraíso. Gilipollas por confiar en las capacidades humanas, siempre por debajo de las propias tuyas, lo que te hace sentir el genio de los gilipollas.

Gilipollas por sentir como tus amigos a las mismas víctimas de la mácula egoísta de la nación. Aquellos a los que se les llena la boca con una palabra demasiado grande. Amigos que no demuestran. Amigos que no te buscan. Amigos que sólo esperan a ver de dónde vienen hoy dadas. Amigos que no te mezclan con sus amigos. Amigos que siempre buscan algo de ti. Amigos que absorben tu sangre. Amigos que viven despreocupados, mientras tú te pierdes en el jardín. Amigos que quieren serlo, pero que tú desechas como un clínex, al no estar a la altura de los mocos de los otros. Amigos que sólo esperan el amanecer de unas piernas abiertas en las que echar el ancla de sus vidas (para luego desaparecer). Amigos que hace tiempo te dieron la carta de despido y que guardas benévolamente en el cajón del patrón amable. Amigos que te hacen doler tu hígado frágil. Amigos por un día, por unas horas, por una noche, y sólo esta noche.

Soy gilipollas por aún creer en palabras y promesas de mujer. Pensar en que una mirada significa algo, en que una palabra ñoña es un indicio y en que la promesa de vernos pronto podrá cumplirse. Y es que siempre habrá otro más que se adelante, alguien al que ascenderán a la parte superior de la lista de espera. Entonces puede que el verde cartel luminoso de “libre” cambie a “ocupado” en cuestión de segundos. No habrá aviso; te quedarás esperando y bien vestido en el sofá de tu casa mirando el móvil como un puto gilipollas. Escribirás y te contestarán con excusas baratas y, dependiendo del día, harás como si nada sucediera sólo para mendigar una segunda oportunidad, contestarás con rabia y le darás el perfecto pretexto para quedar tú como culpable o pirómano del incendio o simple y, más probable, la ignorarás y la llamarás “hija de puta” en voz baja mientras buscas un plan B para no arruinar la noche o simplemente abres una cerveza y te dedicas a perder el tiempo delante de la pantalla de tu ordenador portátil, tal cual, como un patético gilipollas.

Soy gilipollas por ser cómplice de sus locuras. Hay que ser realmente gilipollas por salir con mujeres taradas de segunda mano tan solo a escuchar su monólogo, tan sólo contemplando en qué momento, si se da el momento, puedes recoger las sobras y llevártelas a casa para comértelas a escondidas. Soy gilipollas por aceptar permanentes e imposibles evaluaciones nunca recíprocas en las que insisto en participar cuando cuido mis palabras y peino al león enjaulado. Mucho más gilipollas por pensar que los caballeros sin traje, deportivo ni un buen fajo en la cartera son capaces de seducir a alguien ni siquiera de ser percibidos como tales caballeros, más que como “pagafantas”, “amigos gay” u “hombrito donde llorar” (sólo esta noche). Gilipollas por bajar la guardia y sólo mostrar la cara amable tras el escudo invisible. Gilipollas por percibir los gestos de tensión, las miradas esquivas, las palabras que despistan, los distractores cuyo fin es esquivar, las conversaciones sin vida, escuchar el sonido de los mensajes que no cesan y jugar el rol de hombrecito comprensivo que entretiene a la dama por una noche, sólo esta noche y nunca más, siempre confirmado en la eterna despedida.

Debo ser gilipollas por aspirar a mujeres imposibles. Mujeres de otro milenio. Mujeres en cuya delgadez me pierdo. Mujeres en cuya juventud imploro. Mujeres cuyas extravagancias me hacen volar, desde las gafas negras de pasta hasta los tatuajes imposibles o los tobillos al aire. Mujeres reales que están detrás de la pantalla del Tinder. Mujeres adolescentes o muñequitas de plástico duro de la mano de homo-heteros que podrían darte una lección de sexo. Mujeres de alma resquebrajada con macheritos gruñones y discutones que las ponen a cien con más tatuajes, sus barbas de hortera o sus cuerpos esculpidos en sus franquiciados gimnasios. Debo ser gilipollas por conformarme con los subproductos de  semejantes princesas. Princesas que están mucho mejor calladas y que cuando hablan, rompen el hechizo. Princesas endiosadas que no merecen menos que un cuerpo bonito, a veces ni eso, y un diálogo que sigue la corriente, que rara vez diga “no”. Más tarde, princesas que lo fueron, y que se auto lesionan buscando permanentemente el “no”, aunque luego sea “sí”. Soy un soberano gilipollas por perderme eso.

Gilipollas por escribir con la fuerza de la naturaleza y apenas limar los cantos rodados de los ríos. Gilipollas por poder cambiarlo todo tan sólo con abrir el libro de mis palabras. Gilipollas por no convertirme en la voz del pueblo. Gilipollas por ser un blogero más dispuesto a contar historias tristes y nunca alegres. ¿O quizás no?

Quizás me alegre de ser un gilipollas y, aunque espero de corazón ser un poco menos gilipollas el año que viene, es muy probable que lo siga siendo, ¿acaso es tan malo ser un gilipollas como yo?

Felíz año nuevo.
Felíz gato nuevo.

domingo, 14 de mayo de 2017

"MI HIJO VA A REPETIR"...¿ESTÁS SEGURA DE ESO?

"MI HIJO VA A REPETIR"...¿ESTÁS SEGURA DE ESO?


Estamos llegando al final del curso escolar y muchos padres se preguntan a estas alturas si su hijo repetirá curso o no, cosa que yo hay veces que hasta dudo, porque muchos ni nos preguntan ni se interesan lo más mínimo por su hijo o, si lo hacen, se suelen pasar nuestros consejos por el "Arco de Trajano" o sencillamente sucede que no saben aplicarlos, aunque tampoco piden ayuda.

Es habitual que aquellos niños o niñas que están en riesgo de repetir el año suelan conseguir malas calificaciones no tanto a su falta de inteligencia, por no ser competentes o por un déficit en cuanto a sus capacidades sino por una falta de esfuerzo, ocasionada por las causas que fuere (aquí no decimos que el niño sea el culpable al 100%, pero tampoco que sea un completamente inocente). Como en todo hay excepciones. Lo que está claro es que el candidato en sí no cumple con los requisitos mínimos para poder superar el curso escolar y se hace que lo más aconsejable es que repita el curso. Sin más.

Ahora bien, ¿Vale para algo repetir curso? Este es un debate instaurado en la sociedad desde hace tiempo, pero especialmente agudizado en los últimos años en los colegios siendo agrio objeto de debate entre administradores, maestros, padres, sociedad y medios de comunicación. Es un tema que entra dentro de esas "nuevas inquietudes" que tan agudas se han vuelto en los últimos años como el tema de "deberes sí/deberes no" siendo los argumentos a favor y en contra de lo más dispares posibles. En este artículo voy a dar mi opinión como profesional de la educación y también, si cabe y si me es posible, como ciudadano sin hijos que ve desde fuera lo que pasa hoy en día con los niños en casa, en la calle y en la escuela.

Como siempre pasa cada vez que hablo o escribo sobre educación, el problema ante el que nos encontramos es el sistema educativo. Nuestro sistema educativo, como una gran mayoría de los sistemas educativos del mundo, contempla la posibilidad de retener a un alumno cuando el grado de consecución de las competencias o estándares de aprendizaje de turno no se han desarrollado de manera satisfactoria.

Si cogemos al pie de la letra los fragmentos que recogen en las leyes educativas el tema de la repetición llegaríamos a la siguiente conclusión.

¿Cómo va a repetir curso un niño que no tiene adquirido el suficiente nivel de desarrollo de las diferentes competencias básicas en un sistema educativo que supuestamente trabaja por competencias, pero que en la realidad sólo trabaja por contenidos? Traducido para los no eruditos. Según la ley educativa, por ejemplo en España, todos deberían repetir, porque nadie es enseñado en base a las competencias básicas, que nos orientan a un aprendizaje puramente práctico, sino que en la realidad, se enseñan simplemente contenidos a tragar y vomitar sin cuchara.

Pero como uno parte de esa premisa, se va a la siguiente parte, los estándares de aprendizaje, estos sí bien enunciados en forma de evaluación de contenidos memorísticos puros y duros. Esos son los referentes reales y, si me apuran, ni siquiera, ya que los referentes siguen siendo los contenidos en sí ("¿se lo sabe o no se lo sabe?") o, como mucho, los criterios de evaluación. Realmente si viéramos a muchos de los maestros corregir y tomar decisiones respecto a la evaluación, alucinaríamos con los procedimientos: Tan sólo una calculadora para hacer las medias y el criterio subjetivo, sin más.
Dicho lo cual, entonces sí, entonces tomando como referencia lo que se toma como referencia ("no sabe nada", "se porta fatal", "nunca trae los deberes hechos", "no está maduro para pasar"...), se toman las decisiones sobre si pasar o no pasar al alumno de curso.

Y aquí viene la tormenta....

El 70% de mis problemas en el mundo de la educación comenzaron (hace 10 años), fueron y continúan siendo a día de hoy el tema de las repeticiones. Y sí, en un mundo condescendiente, en un mundo sobre protector, en un mundo cargado de falsedades, doble rasero, opiniones que vienen y van de gente ajena a este mundo de la educación o profesionales que a lo más que han entrado a un aula ha sido a observar si aquello que tenían en mente que iba a pasar sucede o no sucede en el aula (profecías auto cumplidas)...en ese mundo en el que me ha tocado vivir, digo, sin esconderme, aunque para algunos parezca o sea un delito consumado, que YO SÍ CREO EN LA REPETICIÓN (¡hala! con mayúsculas para que suene más ofensivo).






El problema de la repetición no es otro más que es una medida que se puede tomar según recoge la legislación. Muchas veces he pensado que si dicha medida no fuera recogida en una ley educativa, entonces la mayoría de mis problemas laborales desaparecerían como un cometa en la noche de un cielo estrellado para mi paz y tranquilidad, pero lo cierto es que esa medida sigue ahí.
Lo cierto es que si la filosofía va a seguir siendo que el niño aprenda innumerables listas de contenidos de memoria y sí el niño no lo hace, deba repetir, entonces sí creo en la repetición, aunque no crea en esa filosofía, lo cual es difícil de entender, ¿no?

Después está el tema de la justicia. Si de lo que se trata es de medir los conocimientos de los unos y de los otros por medio de exámenes y otra serie de instrumentos (en la práctica sólo exámenes para la mayoría de los profesionales), sería normal que los que pasan esta "selección natural" (que es lo que al final es) pasen a la siguiente ronda y los que no, no. Otra vez: No estoy de acuerdo con que ese deba ser el "modus-operandi" de la evaluación educativa, pero lo es. Que yo no esté de acuerdo no significa que si me viene impuesto, deba hacer mal mi trabajo. Y es eso lo que quizás a ninguno nos guste de él, ser brazos ejecutores de algo que no nos gusta de por sí.

Dicho lo anterior, si estas son las premisas, ¿por qué existe este empeño en los colegios de hacer mal el trabajo?

En mi carrera como docente me he encontrado un muro de hormigón a la hora de proceder a tomar la medida de que uno o varios de mis estudiantes repitieran curso. El primer muro de hormigón lo he encontrado siempre en la administración (Inspectores, Directores, Jefes de Estudio, etc.), el segundo muro de contención en los propios compañeros (profesores) y el tercero en la sociedad, las familias y los propios interesados, los niños.  De modo que...a uno le obligan a hacer mal su trabajo, ¿verdad?

Los argumentos que esgrimen unos y otros son bien diferentes: mientras que el argumentario de la sociedad consiste más o menos en hacerse eco de los cuatro listos de turno que se dedican a escribir de esto fuera del aula y hablan de un ataque con armas de destrucción masiva a la autoestima de los niños proyectando el problema intrínseco del propio sistema educativo (como aquí hemos dicho muchas veces en este blog, anacrónico y desactualizado) en los propios maestros en ese natural afán de buscar y señalar con el dedo al culpable. Los argumentos de la administración educativa y de los compañeros suelen ser muy diferentes. El inspector de área educativa, al que probablemente le hayan dado directrices desde más arriba, comunica a los directores de las escuelas que los niños no deberían repetir si no son casos de extrema necesidad, lo cual excluye a los niños de educación especial, porque...pobrecitos, resulta que en vez de ser de un ritmo diferente o más lento de aprendizaje, deben ser mancos, cojos, verdes o de otro planeta (misericordia sensiblera disfrazada de adaptación a las necesidades personales de cada estudiante). Acto seguido, los directores y jefes de estudio toman los escudos en las sesiones de evaluación para defender a capa y espada la no repetición de ninguno de los alumnos propuestos. Primeramente porque así se lo han dicho desde arriba considerando que mandar repetir a un niño en Primaria (y en otras etapas aún más) cuesta pasta. Esto es lógico para ellos, es mantener a un niño que probablemente fracase escolarmente un año más de lo debido en el sistema educativo que tanto dinero nos cuesta a los ciudadanos. De paso, empeoraría la estadística de índice de fracaso escolar de nuestro país de cara a Europa. Misma cosa sucede en los colegios, pero en este caso, lo que empeoraría serían las estadísticas del colegio de cara a los que están por arriba, que son los que acabo de mencionar. Aparte que eso supone un problema y la misión número uno de un equipo directivo en un colegio es evitar problemas, no dirigir el colegio ni que los niños aprendan y el personal esté contento y feliz.  ¿Estoy hablando lo suficientemente claro?

Y luego están, tanto por parte de estos, como por parte de los propios padres, las famosas retahílas o cantinelas tipo

- ¿Cómo lo vas a hacer repetir con lo grande que es ese niño? (como si esto fuera una cuestión de altura o tamaño).
- ¿Tú crees que le va a servir de algo repetir?
- ¿Sabe dividir?
- Bueno, tiene un 4 de nota media, eso es casi un aprobado. Hay que ser un poco flexible. No vamos a ser más papistas que el Papa.
- Yo creo que es mejor que repita el año que viene (error, repetir en quinto o sexto no vale para nada, los niños, de repetir, deben repetir cuanto antes, cuanto más pequeños sean).
- Pero tiene aprobados los exámenes con un cinco. No le puedes hacer repetir sólo por los deberes o por el comportamiento (esa es de las que más me gustan, ¿dónde quedó aquello de la "educación integral" de tu Proyecto Educativo o lo de la evaluación continua?).

Eso cuando no te traen a la orientadora del colegio, sí esa misma que no conoce al alumno y que está compartida con otras dos escuelas y te da su opinión contándote el susodicho rollo de la autoestima o el Jefe de Estudios, la PT, la de Compensatoria y, hasta si procediera, la de la limpieza, se cogen al alumno un día fuera y le hacen un examen tirado de contenidos mínimos (pillado de Internet, de la editorial o inventado por alguno de los mencionados compañeros, que tampoco conocen al niño) para ver si lo que tú dices es verdad o no. ¡Claro que sí! ¡Vamos a darle una nueva patada a la evaluación continua y a las competencias además de darle una patada en el culo a su maestro y a su programación!)

De todas las anteriores afirmaciones comentadas, quiero detenerme en una de ellas, aquella de "¿Tú crees que le va a servir de algo repetir?" que, junto a las últimas que me pasaron ("tu compañera que le da los apoyos a ese niño no tiene metidos suficientes datos de él en el ordenador, por lo que no podemos justificar la repetición y tiene que pasar") es, sin lugar a dudas, mi favorita.

Probablemente adoptar la medida de la repetición no sirva de mucho, pero os puedo decir algo...no certifica el fracaso escolar, al menos en Primaria. Lo que sí certifica el fracaso escolar es pasar a un chaval que no tiene ni papa de lo que le exigen saber. Y es que en mi experiencia, por desgracia, la batalla de las sesiones de evaluación no siempre las he ganado (aunque he ganado la mayoría, lo cual me hace sentir como un Caballero del Zodiaco) y se me ha invitado, casi obligado aunque, futuro maestro, has de saber que nadie te puede obligar, a no ser que sea el pez gordo de arriba del todo, el de la cúspide, a aprobar a un alumno  y por lo administrativo. Siempre que he tenido que pasar a alguien en contra de mi voluntad, ese estudiante ha sido reprobado al año siguiente de manera fulminante o ha acabado fracasando escolarmente. Por contra, cuando ha repetido, no siempre ha sido así e incluso he conocido casos en los que el alumno ha salido adelante.

Probablemente, ni siquiera sea una cuestión de validez o no. Es muy probable que sea, ante todo, una cuestión de justicia. Mirad, las clases suelen ser bastantes democráticas y os aseguro que la mayoría de los maestro no creemos en la repetición, pero sí muchos creemos en la justicia. Incluso, creo que el 100% coincidirá conmigo en que nunca haríamos repetir a un estudiante que, estando cerca del considerado aprobado, ha dado el 100% de lo que podía (al menos dadas las circunstancias). Sin embargo, la controversia viene cuando un niño no ha hecho méritos mínimos para ganarse esa confianza. Cuando un niño no ha mostrado una básica actitud, un interés elemental por aprender, cuando en sus pruebas de evaluación, sean las que sean, sus calificaciones han rozado el suelo, cuando su comportamiento ha ido totalmente en contra de unas normas de clase elementales o sencillamente cuando nunca ha realizado sus tareas en casa, ni siquiera ha hecho el esfuerzo por intentarlo. Cuando, en resumidas cuentas, ese niño no se ha tomado en serio sus clases, el colegio, la educación, cuando no ha sabido convivir mostrando unos mínimos valores y cuando ha generado más problemas al grupo social de lo que ha aportado a pesar, y esto es clave, de habérselo otorgado todos los medios a su alcance, tanto los que ordinarios como los extraordinarios. Hablando en plata, cuando el maestro se ha desvivido por ese alumno, todo lo que ha hecho, lo ha hecho bien (o razonablemente bien) y no ha conseguido lo esperado, ¿es de justicia que ese niño pase de curso, igual que los demás compañeros que SÍ han cumplido con sus obligaciones como estudiantes desde el minuto 1 del curso?

Es la eterna controversia entre la legalidad, la justicia y algo absolutamente opuesto como son las necesidades administrativas o las teoría conspiratorias de la sociedad acerca de la dislocación total del alma humana y de la auto estima del niño (me pido para reyes algún estudio verdaderamente serio y documentado al respecto).

Las batallas que he tenido que librar al respecto de este asunto de la repetición han sido tan agotadoras que he comprendido que lo único que pasaba era, sencillamente, que yo era más cabezón que los demás o que tenía más energía. Cuando la mayoría tenían la manga más ancha que el túnel de Guadarrama, confundían el amor maternal hacia sus alumnos y la compasión con la necesidad o la justicia o cuando, aún luchando por hacer repetir a sus alumnos, que realmente no estaban preparados para pasar de curso según los criterios del propio sistema, los compartamos o no, se desanimaron al segundo año de luchar contra los elementos y los aprobaban solamente por no discutir o buscarse problemas con los padres o con el equipo directivo. Hoy he comprendido que esa batalla lo único que hace es agotarte física y psicológicamente. 

Y aunque tenga cojones que tengas que andar batallando por y para hacer bien tu trabajo y ser justo, sólo por eso, tu inteligencia emocional, tu integridad y tu salud está por encima de todo. Mi única discrepancia y mi consejo a todos los maestros que me estáis leyendo es el siguiente: Trata de hacer tu trabajo por todos los medios, ponte cabezón hasta donde el cuerpo aguante y, si con todo, no te dejan, fuérzalos a que sean ellos los que decidan por ti a que los aprueben administrativamente y luego corre a contarle la verdad a los demás. Al menos, tu conciencia quedará limpia. Triste, pero cierto.

En conclusión, señora que me está usted leyendo esta noche. No se preocupe si le han dicho que su hijo está en riesgo de repetir. Debiera vd saber que eso, dependiendo de cada centro, suele ser una batalla sin cuartel más o menos feroz entre el maestro tutor y el mundo entero. Dependerá del agotamiento más o menos grande de dicho maestro que su hijo sea justamente (puede que injustamente también, no somos perfectos) retenido en el mismo curso o que pase. Desconfie más bien de que sigan existiendo Quijotes en el mundo de la educación, quedamos pocos y la mayoría, al menos en esta área, ya hemos tirado total o parcialmente la toalla. 

El futuro que nos espera es....el que hemos sembrado.





domingo, 30 de abril de 2017

FUCK YOU! (Jódete!)


FUCK YOU! (Jódete!)





Presumo de ser una persona poco equidistante
directa
enemiga de los saltarines
aburrido
de todo tipo de protocolos absurdos
negado
a perder el tiempo contigo y tus iguales.

Si de ti va a salir una explosión de palabras
cielo
encanto
cariño
guapo

Puedes joderte.

Si vas a ser de las que me vende 
castillos en la arena
cutres
sin base
ni almenas
ni puerta de entrada
sin reyes
ni princesa
no príncipes
sólo un estanque de ranas

Que te jodan.

Si eres de las que me encuentra a mí de casualidad
en la charca de los peces de alcantarilla
con la bocaza abierta
como un barbo baboso
hambriento
sucio
y tú también tienes hambre,
te pica algo,
quieres joderle a él,
demostrarte no sé qué,
hacer terapia
de tu inconsciente,
tirar la caña
como en las ferias de barrio
picar
y soltar
el pato de goma
como si nada pasara,
porque nunca suele pasar nada.

Fuck you!

Si eres de las que adquiere un compromiso
sin haber buscado en el diccionario
lo qué cojones es eso.
Si eres de las que presume ir en serio
y me cuentas tu historial,
no el clínico,
el otro,
el aburrido,
el del final predecible,
el de los personajes comunes,
el de los villanos reconocibles,
los actores habituales,
los de siempre,
el de la niña inocente,
la que escribe cuentos chinos.

Dame un mechero.
Quemo tu libro de historias.
Puedes joderte.

Si eres de las que le da pena
desviarte del que encuentras
en la línea recta
y das un rodeo
para no verme
y guardas silencio
porque no sabes qué decir,
porque qué más da,
porque es un pez más,
porque otro ya el anzuelo
mordió.

Si eres la de las "promesas" incumplidas.
Si eres la de los planes del abecedario.
Puedes morder el polvo, niña.
Llama a mamá
veamos si está buena.
A ver si la convenzo
de que te de otro azote
en el culo
el que faltó
antes de hacerte mujer.
Puedes joderte mientras tanto.
El recreo ha terminado.

Fuck you!

¿Quieres cenar en un sitio chulo?
¡Suelta un puto dolar!
¿Quieres una copa en la roof-terrace?
Saca tu petaca.
¿Quieres contarle la vida a un caballero?
Cuéntaselo a él.
¿Vas a encajarme en tu agenda de 2 a 3?
¡Puedes perderte!
¿Vamos a hablar de las expectativas de cada uno?
Empieza a desnudarte.
¿Tienes algo más que aportar?
Salvo sonrisas.
Salvo una próxima vez
que no va a llegar.
Salvo un feed-back
que nadie te pidió.
¡Piérdete con tu silencio!

Fuck you!
Fuck you, babe!

Te lo puedo decir en castellano,
te lo puedo decir en americano,
te lo puedo decir en mexicano,
te lo puedo decir en spanglish,
te lo puedo decir en varios idiomas,
¡Jódete! Fuck you, nena!

Un gen común.
Una epidemia de gente vacía.
Una sonata que suena a disco que chirría.
Un cartel de "todo vendido".

El circo de los horrores
con boletos de primera
todos los fines de semana
gratis para algunos,
costoso para otros.
A unos les sigue doliendo
la mujer barbuda,
a otras les sigue haciendo gracia
el forzudo,
el lanzador de cuchillos.
Los animales corretean
por todos lados.
El público aplaude,
aletea como focas,
yo rujo
como león enjaulado,
a veces fuera de la carpa,
siempre arrastrado
a la función
de la jodienda
permanente.

Podéis iros todos al infierno.

Fuck you!


sábado, 28 de enero de 2017

LA PEOR LECCIÓN DE VIDA: UTILIZARSE MUTUAMENTE

Oh, la, la...la vida: LA PEOR LECCIÓN DE VIDA


He comentado muchas veces en este blog que el día de su muerte me gustaría terminarlo con un artículo de opinión acerca del que para mí es el único problema que tiene este mundo, el egoísmo.
El egoísmo es una "enfermedad" que, como el estrés, es el causante de la gran mayoría de las enfermedades del ser humano. Pero no voy a hablar hoy sobre ello, hoy voy a escribir sobre una lección de vida.

Soy fiel defensor de aquel dicho tan maqui que dice aquello de "Hijo mío, en esta puta vida se aprende a base de hostias" (o "palos" si se quiere decir más finito). Y es verdad. Siguiendo con los topicazos, "Hay gente en la vida que nace con estrella y otros nacen estrellaos". Pues bien, aquellos que nacen estrellados, efectivamente o se hunden, porque nunca aprenden o aprenden y se vuelven más sabios a base de hostias (o de palos).

De lo que voy a escribir en el día de hoy (sí, es de día) es de una de las peores lecciones de vida que uno puede recibir...



UTILIZARSE MUTUAMENTE
(vease, utilizar a las otras personas en tu beneficio propio)



¿A qué os resulta familiar? Seguro que en más de una ocasión lo habéis padecido. Aunque no lo creáis, el 90% por ciento de vosotros (y me quedo corto) es probable que os hayáis incluso aprendido esa lección de memoria y la hayáis puesto en práctica. ¿Que no? Bien, contestare a tu "todos menos yo" con otro topicazo más: "El hombre es un animal social"

Casi todas las conductas del ser humano (y digo casi, porque algunas son inexplicables, al menos para mí) tienen su cierta razón de ser. Haciendo un ejercicio de megatolerancia podría yo llegar a pensar que, en mi defensa de la teoría Darwiniana, entre otras, este es un comportamiento perfectamente natural. Recuerden todos ustedes que somos animales (mamíferos) y que no son tantas las diferencias con respecto a nuestros semejantes. ¿Acaso no estudiasteis en el libro de "Natu" de octavo de EGB aquello de la simbiosis, el camuflaje, el comensalismo y, finalmente, el mutualismo? Pues efectivamente, el mutualismo es. en esencia (no recuerdo la definición exacta del libro de texto) una relación entre dos especies distintas o iguales en la que ambas se ofrecen un beneficio mutuo para las dos.







Pero, a pesar de que esta pudiera ser una explicación bien válida...no lo entiendo y, sobre todo, no lo comparto.

Posiblemente caiga yo en el común error que tanto critico en los otros de atribuirle a los seres humanos virtudes que realmente no tienen, una manifiesta superioridad sobre el resto de las especies animales. ¿Cómo el ser humano va a ser capaz de establecer una relación de pura conveniencia sobre sus semejantes de manera natural y sin prejuicios? Existe aquella especie de romanticismo que nos inclina a rechazar eso y a pensar que es sólo cosa de cuatro personas egoístas. Bueno, quizás no sea ni tan sencillo, ni tan complejo. Yo lo único que sé es que no lo entiendo, pero...ante todo...que no lo comparto.

Por utilizarse mutuamente me estoy refiriendo, como todos vosotros os estaréis ya imaginando, a aquellas supuestas relaciones de amistad, aquellas relaciones supuestamente de amor o aquellas relaciones supuestamente de compañeros. en las que, por el hecho precisamente de ser relaciones supuestamente reales y auténticas, las dos personas (o más personas) se buscan y se persiguen en estado de necesidad, normalmente cuando los otros supuestos amigos, amantes, novios o compañeros han fallado, con el fin de conseguir algo. Este algo bien puede ser un favor, una ayuda, un polvo, un desahogo o un plan de ocio por lo general.

Ahora os hablaré sobre otro topicazo, y es que una de las cosas por las que me apasiona la lengua española es por la cantidad de frases hechas, refranes y sentencias popularizadas con el paso de los años por las gentes de nuestros pueblos y ciudades con tanto acierto y sabiduría:



Caerse de un guindo



Decimos que alguien se cae del guindo cuando se da cuenta de que, por mucho que uno se resista a ser consciente de que ciertos comportamientos humanos son así, verdaderamente lo son y tú no puedes hacer absolutamente nada por cambiarlos. La vida es como una jungla en la que, si estás dispuesto a seguir la senda "normal" (frecuente o habitual prefiero decir yo), tendrás que caminar con sigilo machete cubano en ristre y machete secundario (tipo John Rambo) en la boca.

Es esta una de las últimas lecciones de vida realmente importantes que aprendí. Durante años me negué a ser como ellos, como todos aquellos que se aprovechaban de los demás. Durante años pensé, aunque este es otro debate aparte, que teniendo una actitud impoluta en la vida, unos valores férreos y una integridad moral, un hombre era capaz de llegar a lo más alto. Hace tiempo que me di cuenta de que eso no es así, de que sólo los "hijos de...(de alguien)" o los "hijos de...(de puta)" son capaces de llegar a lo más alto. Estoy convencido, por pesimista que suena, porque ya me la pela sonar a pesimista, dado que yo no voy leyendo libros de auto ayuda por la vida ni publicando frases de optimismo en las redes sociales, de que esto es así. El mundo perdió la esperanza en el momento en el que ese dogma empezó a cumplirse puntualmente y sin apenas excepciones. La vida es para el aprovechado de turno que está en el momento y en el lugar adecuado y que actúa sin la pesada mochila de los valores y las convenciones sociales y moralmente aceptables...¡a tomar por culo todo!
¿Lo peor? Que la gente lo sabe y se dice...yo también quiero eso! Lancémonos todos a ser "hijos de"! (no, todos no, que me quitan mi parte).

Después de esta disertación (joder, ¡qué a gusto me he quedado!), vamos a lo que yo iba...el día que me caí del guindo.

Realmente no podría decir yo que hubiera un día específico en el que yo me cayera de dicho árbol, sino que, como en todo, supongo que me fui dando cuenta y frustrándome con larga anterioridad de que la gente se aprovechaban los unos de los otros y que, lejos de sentirse mal con ellos mismos, pareciera que todo les salía de puta madre. Total, que poco a poco, supongo que ocurriría así, ya que es una conducta típica en mí, debí yo sentir envidia de tal cosa, que empecé a criticarlo explicitamente a partir de ese momento para, posteriormente, empezar a ponerlo en práctica, como el 90% de mis semejantes*

*Nota 1: Me quedo corto con decir el 90%
Nota 2: No creo que tenga semejantes.

Sigo, que se me pira, que claro que me caí del guindo y empecé a ponerlo en práctica hasta el día de hoy acorde con la ley de supervivencia. Si quieres sobrevivir en esta jungla, no hace falta más que adaptarse a las convenciones sociales te gusten o no. Y aunque creas o digas que no aceptas las convenciones sociales y te muevas por los estrechos márgenes que el diseño "arquitectónico" de esa jungla te permite gritando a los cuatro vientos que eres un alma libre y no aceptas las normalidad, te aseguro, cariño, que formas parte de la jungla. Lo demás...es irse a vivir en plan ermitaño a lo alto de un monte, cosa que no descarto hacer un buen día de estos.

Fue en mi época de conocer a millones de tías, tras un desengaño amoroso, en busca del amor express. Conocí a una choni de libro, cuyo nombre reservaremos para mi futura autobiografía, y que me molaba mil (bien es sabida mi apetito sexual por las chonis de libro) de esas de las que quedabas por el viejo, bueno y añorado messenger (MSN messenger, no las mierdas de ahora) y con la que me enrollé una noche de marcha y entre semana en un Madrid vacío. Mi "amiga" y yo seguimos quedando con mayor o menor regularidad y siempre bajo un criterio fijo: Ella sólo me llamaba cuando NO tenía a nadie con quien salir por la noche. En un principio y, como quiera que a mí la tía me molaba (y mi "segundo cerebro" la reclamaba) yo insistía mucho en quedar con ella, pero ella no solía contestar a mis mensajes más que al día siguiente (a lo sumo) si es que ya tenía plan esa noche. La secuencia siempre era la misma, acto seguido y, sin yo esperarlo, ella me llamaba o me mensajeaba, normalmente a eso de las 22 de un sábado por la noche, para quedar y al día siguiente...vuelta a la rueda. Eso a mí me frustraba mucho y, dado que se repitió muchas veces en relativo poco tiempo seguido, un día me enfadé y, a base de mensajeo (sms), le recriminé su actitud. Ella me contestó a mis mensajes y me dio a entender implícitamente, no porque la muchacha fuera lo suficientemente inteligente para ello, sino que lo dijo sin decirlo, que no sabía de qué me extrañaba, que todos nos utilizábamos y que eso era natural, que, en verdad, no tenía nada de malo.

Y es ahí cuando verdaderamente me caí del guindo y me di cuenta de que esta actitud tenía que mirarse con aparente naturalidad y paciente aceptación para poder sobrevivir en esta jungla. Los dos teníamos los mismos gustos musicales (nos flipaba la electrónica), los dos éramos unos vacilillas, a los dos nos molaba pimplarnos de vez en cuando y liar alguna gorda y a los dos nos solían dejar tirados más de un fin de semana al mes un viernes o sábado por la noche...establecimos una relación de "mutualismo" pues. Luego ella ya se echó novio (en el fondo era una romántica frustrada a base de su carácter choni al más estilo "Hermano Mayor") y desapareció. Volvimos a reunirnos años después para salir una noche y, a partir de ese momento..se volatizó definitivamente (o no).

Este es un ejemplo muy tonto de cómo se abrió aquella veda en mi vida. Durante todos los años siguientes he seguido odiando a las personas que te utilizan clamorosamente, algunas de ellas decorando la relación como si fuera de amistad verdadera, ensalzándola e incluso exagerándola tipo hipérbole. Yo, como ese 90% (y me quedo corto) claro que, a veces, y forzado por las circunstancias y la necesaria supervivencia en esta jungla, me he visto obligado a utilizar mutuamente a otra u a otras personas, personas que, por supuesto, no me importan o personas a las que no podría decir que quiero o asumo como personas que formen o vayan a formar parte de mi vida para siempre, pero nunca jamás a mis seres queridos. Asumir esto es un ejercicio de sinceridad y de madurez no comprensible para todo el mundo, anclado en el viejo romanticismo y obcecado en juzgar por el doble rasero a las personas tildándolas de falsas o aprovechadas cuando ellos o ellas mismas lo están haciendo todos los días de su vida. Todos lo hacemos, todos escriben por mensaje a aquel "amigo" olvidado al que ahora parecen irle bien las cosas, o a aquella que no ven desde hace años y te aparece en la sección de "Personas que quizás conozcas" de Facebook y que resulta que se ha puesto buenorrísima, o aquel que sabe de algo y. pese a que le ignoras, acudes a él para que te informe o te ayude en algo. Todos, muchos, compartimos la vida con gente que, en otras circunstancia, jamás la hubiéramos incluido en ella, desde compañeros de proyecto o colegas del trabajo. Relaciones de puro mutualismo. Mutualismo como el que se da entre las personas que se necesitan para ir a algún sitio, porque te da verguenza ir sólo, o personas que quedan para contarse sus problemas (el típico pagafantas que escucha los problemas de su "amiga" con el novio sólo para ver si en un descuido, se la come). "Amistades" de fin de semana, polvos de Tinder o Badoo, relaciones amorosas tóxicas que responden al estado de necesidad del momento ( y no hablo de necesidad sexual en este caso). Y otros miles de ejemplos con los que podríamos seguir...

La mejor conclusión a la que puedo llegar después de lo descrito es que, volviendo a uno de mis principales puntos de mi particular decálogo para la vida, que próximamente publicaré, vivimos en un mundo en el que vemos normal lo que no es normal, si bien sí es habitual. Tratar a las personas buscando tu beneficio puede ser perfectamente natural desde el punto de vista de la neurociencia y visto en perspectiva desde el mundo animal, pero es delefnable en todos los sentidos desde el punto de vista moral. La gente lo hace, mucha gente lo hace, o lo hacemos, es asqueroso, es repugnante, pero lo hacemos, tú mismo probablemente lo hagas si apagas la estúpida vocecilla de gatita quejica y te paras a pensarlo en profundidad. Dentro del drama que esto supone, siempre nos quedará el consuelo de los tontos de aceptarlo como bueno en los casos de aquellas personas que lo hacen con menor frecuencia y únicamente con aquellos a los que ignoran o no forman parte de sus seres queridos o tomarlo como malo para aquellas personas que utilizan a otras por sistema. Esos son los llamados egoístas, ¿acaso no es egoísta lo otro?

Ha sido y es una de las peores lecciones que he recibido en mi vida. Ahora que me lo he conseguido tragar, que no digerir, soy un poco más feliz sabiendo qué puedo recibir de cada persona y actuar en consecuencia. Pero esto no quita para que, en una de esas noches en las que el gato sale a rondar las calles en torno a una explicación para todo aquello que pasa en la vida y que tratamos de plasmar regularmente aquí en este blog, uno se detenga, aunque sea por sólo unos cuantos segundos, y se pregunte a sí mismo "¿qué estoy/qué estamos haciendo?".

El día en el que deje de preguntármelo...ese día estaré verdaderamente muy enfermo.

Muchas gracias.
Buenos días.