jueves, 2 de enero de 2020

LA HOMOSEXUALIDAD Y EL FEMINISMO

Pues sí. Hoy ha llegado la hora de escribir sobre dos de los temas más polémicos en la actualidad y que seguramente deberían ir completamente cada uno por su lado, pero que he querido unir en una sola entrada dados los estrechos lazos que unen a ambos movimientos, el movimiento LGTBI y el movimiento feminista. En verdad, yo no voy a hablar hoy de los movimientos, lo que yo voy a hablar más bien es de la opinión que me merece la homosexualidad y el feminismo tal como se entienden hoy en día, año 2019.

Hace mucho tiempo que tenía ganas de hablar de los gays, de las personas homosexuales y de la opinión que tengo hacia ellos. Confieso que no lo he hecho antes y, probablemente este sea el peor momento para hacerlo en plena fiebre del movimiento LGTBI en donde, al igual que ocurre con el movimiento feminista, las palabras se interpretan de la manera que más le conviene a cada uno para rápido poner las etiquetas de malo o bueno correspondientes. El caso es que me apetecía escribir sobre ello desde hace tiempo, ya que son bastantes ya las personas homosexuales que he conocido como para poder llegar a formarme una opinión al respecto que será acertada o equivocada, pero que es la mía y, como tal, tengo mi derecho a expresarla.

Primeramente hay que decir que no tiene mucho sentido, ya lo sé, escribir mi opinión sobre un grupo concreto de la población mundial. Bien podría haber escrito de los hombres rubios o de las mujeres afroamericanas o bien podría haber escrito de los señores gorditos o de las señoras mayores. La homosexualidad tiene que verse como lo que es, como una característica más que tienen las personas y resulta bastante aberrante ver como aun hoy en pleno siglo XXI nos seguimos sorprendiendo de que alguien lo sea. Honestamente, me importa muy poco la sexualidad de la gente. De hecho, me considero abierto de mente de par en par en este sentido. Me importa un bledo si una persona se acuesta con hombres, mujeres, con los dos o si se lo hace con plantas o con pepinos. El único límite que yo le pongo a la sexualidad es el sufrimiento de los demás y mientras sea consentido, cada cual es libre de disfrutar o de amar a quien quiera.


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Esto nos lleva a mi primera conclusión: Ser gay es algo habitual. No me atrevo a decir que es normal. 

¡Dios! Ha dicho que los gays no son normales. ¡Jodido machirulo! ¡Colguémosle de las pelotas!

Pues para aclarar esto, vayámonos a la definición del diccionario de la RAE.

Normal: 

adj. Dicho de una cosaQue se halla en su estado naturalQue sirve de norma o regla.Dicho de una cosaQuepor su naturalezaforma o magnitud, se ajusta a ciertas normas fijadas de antemano.

Bien, pues según estas definiciones bien pilladas con pinzas, diremos que se cumple mi afirmación: ¿ser homosexual es la regla general o la norma que presenta un valor de mayor frecuencia? No. ¿Ser homosexual es la tendencia sexual que más se ajusta a lo que se espera dentro de las normas sociales universalmente establecidas (buenas o malas)? Pues no. Es decir, que no entraría dentro de lo extraño que una venerable señora le preguntara a su vecino gay que cuando se va a casar con su novia dando por supuesto que es heterosexual, porque así se entiende que es la tendencia sexual mayoritaria y que se rige por la norma habitual. Por otro lado, ya que olvidamos que somos animales mamíferos, ¿cuál es la tendencia sexual dominante en el mundo animal? ¿macho con macho o macho con hembra?

El problema es cuando le damos la connotación moral a la palabra "normal" y entendemos entonces que si no decimos que es normal es porque es anormal, cuando lo que en mi caso quiero decir que la palabra correcta sería habitual, que al final es un sinónimo de normal y por tanto estaríamos en las mismas. Para mí, la homosexualidad es algo habitual y si me pedís opinión, no es ni mejor ni peor que la heterosexualidad, es lo mismo y lo contemplo con la mayor normalidad del mundo, tal como el hecho de que alguien sea rubio o moreno. ¡Ah! Y no vamos a pelear, si queréis que lo llame "normal", para vosotros la perra gorda. No tengo ningún problema en usar la palabra que queráis, porque en mi fuero interno lo mismo da una cosa que la otra. ¿Por qué? Porque en pleno siglo XXI quien se sorprenda por el hecho de ver a dos chicos besándose por la calle es que vive en otro tiempo. El problema es que sospecho que no interesa que se deje de hablar de algo tan normal (¿veis? ahora he utilizado la palabra que os gusta más), sino que interesa que se siga hablando de esto como algo excepcional. Para mí, los que le siguen dando bombo a algo tan aceptado, aunque no lo suficiente todavía, no vamos a negarlo, como es la homosexualidad, son los verdaderos homófobos y eso también es aplicable al feminismo, como veremos después.

En resumen: Algo empieza a ser normal, cuando todos dejan de hablar de ello, porque no tiene la mayor importancia. No interesa que la homosexualidad pase desapercibida por ser algo natural, luego los que no quieren que pase desapercibida son los primeros que alimentan el odio.

Segunda conclusión: No me caen bien los homosexuales. 

¡Venga! ¡Ya podéis lapidarme! 

Todos los hombres tenemos una serie de rasgos de personalidad, sean muchos o sean pocos, que van en nuestra naturaleza, en la manera que hemos sido educados o en nuestros propios genes. ¿Nos tiene que gustar todo de los hombres? No, incluso habrá gente que piense que, en general, los hombres no merecemos la pena, que no le caigamos bien a algunas mujeres. Y lo mismo con las mujeres. Las mujeres presentan algunos rasgos de personalidad, muchos o pocos, que son comunes y no todos les pueden agradar a los hombres. Habrá gente que, incluso, no le caigan bien las mujeres, que las deteste igual que habrá gente que pueda detestar a los hombres o que, simplemente, haya algunas cosas de ellos que no les gusten.

Bien, hecha esta didáctica aclaración, ahora podríamos aplicar esto mismo, con todas las excepciones del mundo mundial y, repito, con todas las excepciones del mundo mundial, a los pijos o podríamos aplicársela a los machacas de gimnasio o a las mujeres de la Generación Baby Boom (nuestras madres) o a los Millennials y, en general, con tooooooodas las excepciones del mundo, tendremos como resultado una percepción acertada o equivocada, positiva o negativa.

Bien, ¿pues cuál es mi percepción sobre los gays? Pues no es positiva. Y no es positiva porque de todos los que he conocido, con muy pocos he conectado de verdad. 

¡A la hogera con Siyofueradios! ¡Hay que matarloooooooo al machirulooooooo!

Pues no. Esto no tiene que ver una mierda con quien se quiera acostar el señor gay o el señor hetero. Esto tiene que ver, como ya dije, con la personalidad y con rasgos que se repiten en grupos más amplios o más pequeños de población y, de nuevo, con todas las excepciones del mundo.

Resulta que, según mi opinión (porque mi opinión es tan válida como la de otro hetero, una chica homosexual o un señor gordito) los homosexuales presentan una serie de rasgos de personalidad de los tios heteros que no me gustan nada y, por otro lado, presentan una serie de rasgos de personalidad propios de las mujeres, que resulta que tampoco me gustan. Como todo eso metido en una batidora hace que el resultado me disgusta más de lo que me gusta, pues yo sería hipócrita señalando lo contrario. En resumen: No me caen excesivamente bien los homosexuales. 

Aclaración 1: Repito, me importa un cojón de pato con quien se acueste cada uno. 
Aclaración 2: Aplíquese lo dicho sobre los homosexuales a los pijos, por ejemplo (tengo un simpático artículo en este blog que habla sobre ello) o a los votantes del PP. 
Aclaración 3: Por si no quedó claro...hay excepciones. Hay muchos miles de millones de personas homosexuales que son dieces como personas.

Y en referencia a la aclaración 3...¿en qué se basa mi opinión? Pues en lo que he visto y en lo que he conocido. Os contaré en ese sentido dos anécdotas que marcaron en parte, que no completamente, mi percepción actual.

- Un compañero de trabajo me invitó una vez a salir de marcha. Me llevó a Chueca y me confesó que era gay. Sinceramente, aunque lo sospechaba, ni le di importancia. El problema fue cuando me llevó de garitos por la zona y empezó a presentarme a la gente como si yo fuera un bicho raro o algo así (rollo: "mirad, es hetero. Lo vamos reconvertir esta noche"). Acto seguido me llevó a su casa para ir a recoger la tarjeta de crédito y me ofreció hacerme sexo oral a lo que yo dije que no. Me preguntó si me había ofendido y le dije que no. Continuamos un rato la marcha y después me fui, ya que él acabó marchándose con un chico que rondaba por ahí para tener sexo.

El problema vino cuando al día siguiente nos tocaba trabajar a solas en la oficina y llegó borracho. Nada pasó. Él hizo su trabajo lo más "normal" y yo también. La cuestión es que al día siguiente, con el resto de los compañeros y aprovechando que yo trabajaba en otra "sucursal" por así decir, difundió que había "follado" en la oficina conmigo y que yo era gay. Obviamente esto nunca ocurrió y para cuando yo me enteré, el chico ya había dejado el trabajo. Tal vez haber tenido una "amistosa" charla con él para aclararlo me hubiera convertido hoy en día en un machirulo. Estoy convencido.

- En mi última experiencia larga de convivencia con compañeros o conocidos gays aprendí muchas cosas positivas sobre los homosexuales, pero otras tantas negativas y, lo malo de todo, es que me di cuenta de que esas cosas malas ya las había visto anteriormente en el pasado en otros chicos y chicas homosexuales, aunque no lo había verbalizado. Otras, las descubrí entonces. Sirvan como ejemplos para reforzar mi opinión general (con toooooodas las excepciones del mundo vuelvo a insistir).

- Según mi opinión (posiblemente esté equivocado), la mayoría de los homosexuales tienden a la promiscuidad: En serio, me he pasado noches enteras con gente del colectivo que han pasado horas y horas hablando de sexo explícito o buscando sexo veladamente. Existen pubs en zonas gays destinados exclusivamente a tener relaciones sexuales, así como saunas y otros lugares, algunos virtuales, como las redes sociales. Su existencia, en principio, debería darme la razón, ¿no? No es muy difícil: Si los hombres heteros están obsesionados con el sexo, ¿no lo estarán acaso también los hombres homosexuales? pues igualmente sí.

- Según mi opinión (posiblemente esté equivocado), a la mayoría de los homosexuales les gusta ser los flautistas de Hamelín de su grupo de amigas, ser los protagonistas. Es decir, decidir qué se hace, cómo se va, dónde se va, con quién se va. Y en ese sentido he decir lo siguiente: este poder lo tienen porque los gays, asumid esto, suelen ser los best friends ever de las tías y no de los tíos heteros (que también habrá muchos casos, por supuesto). También en ese sentido decir que, si bien no tanto en la presente generación Y o Z, sí que en mi generación existe aún un cierto rechazo por parte de los gays a la hora de compartir tiempo y espacio con chicos heteros. Si ven competencia, tratarán de excluirte. En ese sentido, creo que existe un cierto sentimiento de "venganza" indirecta del homosexual hacia el hererosexual en situaciones de "liderazgo" por parte de los primeros.

- Según mi opinión (posiblemente esté equivocado), los gays que he conocido han sido en su mayoría manipuladores: Tratarán de engatusarte de un modo u otro hacia aquello que les interesa conseguir o aquello que les interesa que tú pienses. No dudarán en confundir tus palabras o tus opiniones para hacerte pasar por lo que no eres, como veremos en el punto siguiente, y todo esto, ¿por qué? Debo pensar que han sufrido, de algún modo u otro, el rechazo de muchas personas y eso les ha cargado la mochila de conductas que le llevan a estos extremos. Lastimosamente pienso que es así.

- Según mi opinión (posiblemente esté equivocado), los homosexuales son siempre las víctimas: No importa  que tengas la razón o no. Ellos, rasgo este también a veces muy femenino, tratarán de darle la vuelta a la tortilla para que quedes como el malo de la película en caso de conflicto o tratarán de tensar la cuerda sobre algo aparentemente sin importancia, con tal de montar el drama y de excluirte ante los demás. Utilizarán en muchas ocasiones el comodín de la homofobia para tildarte de todo a sabiendas que eso les ofrece un cinturón de seguridad ante el cual no podrás hacer nada. Quedarás, pues, como un homófobo de mierda, aunque sobradamente hayas demostrado ya que eres una persona de bien y tolerante, como no puede ser de otra manera.

Un claro ejemplo de esto y que vemos muy frecuentemente, es el famoso presentador de la TV, Jorge Javier Vazquez, quien, si os fijáis bien, es el primero es escoger y etiquetar a los concursantes de GH o Supervivientes. Cuando alguien le tose o le responde, ya sea tío o tía, este se hace el digno, dice lo que tiene que decir, aprovechándose de su condición de presentador, y se da la vuelta todo digno, eso cuando no se marcha del plato o echa al concursante del mismo, no sin antes poner al público en su contra.

Lamentablemente...hay muchos Jorge Javier en la vida real.


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Estos son, bajo mi opinión, sus rasgos generales (vistos desde mi punto de vista) menos favorables. Sinceramente, pensé en escribir sobre esto hace tiempo, cuando precisamente tuve estas últimas experiencias y, aunque bien me podría cebar desde el anonimato que me permite este blog, pasado el tiempo creo que ni merece la pena. Personas tóxicas sin más...independientemente de su sexualidad, la cual, como he venido insistiendo, poco o nada me importa. 

Solamente he contado dos anécdotas que, junto con otras muchas, ilustran bien la opinión que he forjado en torno a los homosexuales. Os puedo asegurar que he tratado de tener amigos gays y, de hecho, los tengo (aunque esto es un topicazo, pero no puedo negar que los tenga), pero la mayoría de las veces ha resultado imposible. Me he encontrado demasiadas veces con personas que presentan estos rasgos de personalidad que, con la libertad que me permite el derecho constitucional de expresar lo que quiera, me han hecho opinar así. Soy consciente, porque también he conocido gente que no es de esta manera o hasta posiblemente haya conocido gente adorable que ni me haya enterado (ni tenía porque) de su sexualidad y que hayan destacado en mi vida, que demuestra que hay muchas excepciones, pero esta es mi postura actual, susceptible de cambiar.

Pasemos ahora a hablar del movimiento feminista.

Y digo bien, pasemos a hablar del movimiento feminista, porque he de entender y dar por hecho que todas las personas de bien de este mundo son feministas.

Durante mucho tiempo hemos entendido que feminismo era el antónimo de machismo. Yo mismo, por desinformación, pensaba que era así y no. El feminismo, como ya sabéis la mayoría, es la creencia firme de que la mujer es igual que el hombre en cuanto a derechos. Lo contrario al machismo, es decir, una creencia de superioridad del género femenino respecto al masculino, sería el hembrismo.

Pues es obvio entonces que yo me considere una persona feminista. Soy alguien que, faltaría más, cree que hombres y mujeres somos iguales en derechos. Nuestras diferencias son notables, no vamos a negarlo, pero también son muy enriquecedoras, porque curiosamente allá donde no llega un hombre, llega una mujer y viceversa. Es decir, a priori nos deberíamos complementar bien. 

Por lo tanto, ser feminista es bueno y quien diga lo contrario o bien no es una persona de bien o puede ser que esté confundido e identifique feminismo con feminazismo.

Sí, amigos...estamos en un momento absurdo de la historia de nuestro país. Los extremos nunca fueron buenos y verdaderamente contemplar esas manifestaciones en las que se hace patente esta estúpida guerra de sexos en la que nos hemos dejado sumergir (y en este punto no sé si de esto han tenido la culpa los lobbies, los políticos o ambos), es lamentable. Efectivamente esto no tiene nada que ver con los movimientos feministas del pasado, aquellas luchas de las mujeres trabajadoras o de aquellas que reclamaban el derecho al voto y que tan importantes fueron para nuestra historia. Lo que vivimos ahora mismo es, en algunos casos, no en todos, es una hipérbole del feminismo que, no me extraña, en algunas ocasiones, cuando se lleva al extremo más rancio, se tacha de feminazismo. 

Y no es justo, amigos, igual que antes decía que aquellos a los que les interesa seguir hablando de la sexualidad de los otros son los verdaderos homófobos, ahora digo que aquellos que hacen pasar a las mujeres como seres inocentes e ignorantes absolutamente indefensas ante los hombres, son los verdaderos machirulos (o machirulas) del patriarcado que tanto critican. Las mujeres no son ningún ser indefenso. No paran de crecer y de mostrarnos el talento que tienen fuera y dentro del trabajo. Han demostrado ser un ejemplo de lucha, de sacrificio y de mayor empatía en muchas ocasiones que los hombres. No son inocentes damiselas.

El problema es que se les hace pasar por ello. Es cierto que venimos de una generación en la que los hombres dominaban por completo a las mujeres, una sociedad machista en la que los roles de cada cual estaban muy marcados. No creo que haga falta más que salir a la calle, en un país cuya población envejece a marchas forzadas cada día, para darse cuenta de ello, particularmente si nos damos un garbeo por el mundo rural. Todo eso es cierto y hay que terminar con ello.

Pero las generaciones de hoy en día también nos han dejado muchos casos en los que se demuestra que eso de que la mujer es el "sexo débil" es una patraña, tanto para lo bueno como para lo malo. Hablando de lo malo, son muchos los casos de denuncias falsas que están empezando a salir a la luz. Demasiados pacientes hombres en las consultas de los psicólogos y psiquiatras denunciando estas situaciones. Demasiados casos en los que en las casas el hombre va de que lleva los pantalones y es en toda regla la mujer la que lleva la batuta. Presunción de inocencia no escrita, pero táctica en casos de supuesta violencia de género sin demostrar y demasiados casos en los que muchos hombres perdieron la custodia de sus hijos. Y sí, sabemos que son muchos, muchísimos más casos en los que el hombre es el culpable, pero no todos. Las estadísticas de índice de violencia de género en el mundo (vease Google, ni más más ni más menos) nos muestran que España no es un país en el que los hombres vayan acribillando metralleta en mano a mujeres por la calle todos los días y a todas horas, como bien pareciera cuando vemos las noticias.

Efectivamente, se han dado muchos casos, muchísimos casos de violencia de género, demasiadas muertes, pero hay que admitir que este tipo de feminismo se está utilizando políticamente, igual que en su día se utilizó y se sigue utilizando al movimiento LGTB con los mismos fines a través de los lobbies, muchos de ellos con poder en los medios, para presentarnos este apocalíptico panorama. Y dentro de este apocalíptico panorama también debe caber el aumento de suicidios por parte de hombres en nuestro país y también deben caber los casos que he comentado anteriormente. 

Y siendo francos...amigos, mirad en vuestra casa. ¿Consideráis que vuestra novia o esposa es la libélula inocente que nos quieren mostrar o que hoy en día las cosas son mucho más democráticas que hace tan solo una década o dos? 

El problema de nuestro país es que estas luchas se libran con el beneplácito del poder político para desviar la atención de lo que más urge en estos momentos. Por otro lado, somos una nación demasiado embebida en este tipo de problemas internos, lo cual siempre he dicho que nos impide abrirnos como país. 

Sinceramente, lo que es una auténtica barbaridad es la desigualdad que en el mundo laboral se sigue produciendo entre mujeres y hombres y, aunque en esto también hay mucho mito, puesto que más bien muchos hombres y más bien pocas mujeres están dispuestos a sacrificar su vida familiar por su éxito profesional, junto con el hecho de que las carreras técnicas, allá donde menos mujeres hay, son ahora mismo las de mayores sueldos y prestigio, a pesar de todo ello, sigue habiendo una clara discriminación entre hombres y mujeres e incluso en cuanto a sueldos. Para mí esto, junto lógicamente combatir la violencia de género demostrada y probada (no lo contrario) son prioridades absolutas. 

He querido unir estos dos movimientos en una misma entrada, tal como decía al comienzo, porque indudablemente la consolidación del movimiento LGTB ha llevado de la mano al auge del movimiento feminista. A veces al extremo y a veces de manera más moderada. 

Esta noche en el gatonocturno hemos querido criticar los extremos y defender la moderación.

Aclarar además que las opiniones vertidas en esta entrada se remiten única y exclusivamente a mi país, España. Todos sabemos que las condiciones de la homosexualidad y de las mujeres en otros países son muy diferentes y en algunos casos, absolutamente prehistóricas, no hablaré de estos casos en esta entrada, porque creo que con los adjetivos utilizados acabo de dar mi opinión al respecto.

Y, por supuesto, animar como siempre desde este blog a expresar siempre tu opinión con respeto, de la manera más argumentada posible y, a poder ser, remitiéndose a datos, estudios o estadísticas fiables. Recordad que, aunque muchos nos hemos sentido intimidados a la hora de hablar sobre estos temas, la democracia significa precisamente poder hablar de todo, expresarte con libertad siempre desde el respeto. Es nuestro derecho, independientemente de si somos hombres, mujeres, heteros, gays, rubios, gorditos o delgaditos.

Y después de esto, pese a todas las precauciones y aclaraciones realizadas, supongo que ya podréis lapidarme.

Con amor se despide el gato esta noche.



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VS 

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