sábado, 10 de marzo de 2012

LAS ILUSIONES TRUNCADAS

Oh, la, la...la vida: "Las ilusiones truncadas"


Hubo un tiempo en el que, cuando estudiaba para los exámenes de la carrera de Maestro de Educación Primaria, pensaba en que al final de aquel proceso yo sería un gran profesor y que cambiaría y revolucionaría la educación allá donde fuera. Por entonces, lo veía como una cuestión propia de la profesión docente. Aprendía muchas cosas que yo veía útiles para el ejercicio y, poco a poco, en definitiva, le iba cogiendo el gustillo a algo en lo que nunca pensé que llegaría a formarme, ni mucho menos algo de lo que terminaría trabajando.

El colegio marcó mi infancia en gran parte, como en la vida de muchas otras personas. Recuerdo que hubo un tiempo en el que los niños se contaban por treintenas en las aulas, a los maestros se les respetaba y, cuando alzaban la voz, el mundo parecía detenerse. Recuerdo que apenas mi madre tenía que ayudarme con los deberes, porque era obvio que aquello era cosa mía, acaso algo más con las dichosas Matemáticas, mi bestia negra, mi asignatura odiada.

Recuerdo que los niños eran crueles, que la mala baba y los abusos ya existían; pero nunca en el aula. El patio era un lugar en el que, como el Far West, tenías o no tenías unos privilegios, eras sheriff, bandido, valeroso pistolero, cow boy o prostituta. Había que lidiar con todo tipo de gamberros, pero también forcejear con el destino del niño que se empezaba a hacer adolescente, cuando llegaba a séptimo u octavo de E.G.B.

El futbol era el deporte de machos, las peleas estaban a la orden del día, pero también el despacho de Dirección, los castigos a mediodía en el aula o la biblioteca sin comer o por la tarde cuando ya nadie permanecía en el centro, salvo tu tutor.

Recuerdo que los deberes se hacían en la clase porque no había necesidad de hacer apenas nada fuera. Éramos gente del barrio, cuyas madres se conocían y se estrechaban los lazos de amistad. Venían a recogernos puntualmente cuando éramos pequeños y ya nos podíamos ir sólos cuando éramos mayores o quizás con alguno de los hermanos mayores.

Siempre había quejas de los niños hacia los profesores estilándose ya aquello de que "me tiene manía". Las familias acudían a las reuniones de padres en masa y siempre se aprovechaba para pegarle un tirón de orejas al profesor, quién nunca entraba en discordia con el padre o la madre, porque existía un respeto y un entendimiento mutuo.

Hubo un tiempo en que yo lo percibía de esta manera, incluso en mis prácticas de Magisterio en donde escogí la profesión docente como el gran objetivo a conseguir en mi vida.

Incluso hubo un tiempo en el que, después de vagar por los empleos más sórdidos, esperaba pacientemente a que se convocaran las oposiciones de mi especialidad, lo cual tardó en producirse años. Este fue el primer gran sinsabor de mi carrera profesional: Preparar unas oposiciones a Maestro de Infantil, alternativa natural al hecho mencionado.

Sin embargo y, pese a que la desesperanza de aquellos años ya hacía mella en mí, fue hace unos años cuando logré el objetivo y, en todo ese periplo, soñaba con todo lo que hubo un tiempo que viví: Sería profesor, tendría mi clase, ayudaría a la gente y difundiría la cultura para sentirme realizado y cambiar a la gente, para poder cambiar el mundo.

Hubo un tiempo en el que todo esto pasaba por mi mente...

Han pasado los años y no se me caen los anillos al decir que hay veces que hecho de menos aquellos trabajos sórdidos en los que no había que pensar demasiado, en los que se podía llegar, ejecutar tu labor y marchar a tu casa aunque, como en todo trabajo, siempre hubiera bocas que callar, mayormente la de tu jefe.






Aquello que yo creía, nada tiene que ver. Hoy estoy en las aulas y, pese a que ya haya pasado un tiempo desde que empezara, sigo fascinado con cómo han cambiado las cosas en tan sólo unos años. Admito que sigo sin asimilarlo....

No asimilo un sistema educativo anacrónico en el cual sigo viendo lo mismo que cuando era pequeño, metodologías trasnochadas para aprender contenidos no menos desfasados en el tiempo para aprender una cultura que alguien decidió que debía aprenderse no se sabe muy bien con qué finalidad funcional en plena época de cambio, en plena crisis económica, con una tasa de paro que estremece al más optimista. Ya no se podrá decir, pues, aquello de: "Estudia para ser alguien en la vida".

Dejando al margen cuestiones de sistema. Nos encontramos con el siguiente panorama:
Escuelas públicas para inmigrantes o gente de barrio sin recursos y escuelas concertadas y privadas para aquellos que se lo han podido permitir sin grandes sacrificios.
En este orden, las escuelas públicas luchan por no ser tan mediocres y las escuelas privadas matan por conseguir clientes prometiendo la enseñanza de un tercer o cuarto idioma, una amplia oferta de actividades extraescolares o un gran puesto en la prueba de CDI de sexto de Primaria.

Es tiempo de que los maestros en los colegios continuen dejándose la vida por alumnos y alumnas sin futuro, con una tasa de fracaso escolar escalofriante.

Y es que hoy el maestro, que ya ni siquiera es un profesor de Lengua y Matemáticas, que ya ni siquiera está especializado en aquello que imparte, puesto que es raro ver hoy en día tutores que no sean profesores de Música, Inglés, Educación Física, A.L o P.T...El profesor se dedica a batallar literalmente con gente atada a los respaldos de sus sillas, gente que ,hoy en día, no quiere estar en la escuela.

Ahora es tiempo de creernos los mejores, de entrar por la puerta a innovar creyéndose mejor que los demás o de seguir haciendo lo mismo de siempre, lo mismo que describía en los años de mi tierna infanci, para no llegar a nada o, mejor dicho, para llegar a lo mismo: A que los niños fracasen escolarmente.
Hoy los colegios son edificios-aparcaniños destinados a hacer la vida más "fáciles" a padres que nunca debieron tener esos hijos, sencillamente porque demuestran diariamente que no los quieren: No viniendo a recogerlos a tiempo o, ni siquiera, a recogerlos, no acudiendo a las reuniones de padres, enfrentándose con sus maestros, destruyendo en casa los pequeños castillos de arena que en la escuela se contruyen, fomentando la negra envidia de esta sociedad hacia el funcionariado docente....Afortunadamente no es la regla general, pero, ni siquiera, nunca debió ser una excepción, o una serie de excepciones, que, cada vez, se dan más y más en las escuelas de hoy.

Y Digo lo de hacer la vida más fácil, porque ya ni siquiera nuestra maltrecha y mamoneada Educación Primaria, caricatura de la bendita E.G.B (que ya sabemos que no funcionaría hoy tampoco, pero no por ello vamos a dejar de beatificarla), ni siquiera esta etapa sirve para lograr un título en el país de la titulitis ("Hazte con todos", como los Pokemon, "si tienes dinero para pagarte un grado o master", añado yo).
Además, sin séptimo y octavo de E.G.B, la magia de la preadolescencia queda para la escuela secundaria, el Instituto, incapaz hasta la fecha de poder gestionar las necesidades de estos alumnos.

Los llaneros solitarios, a tiros entre ellos mismos, van todos los días a un aula a una batalla sin cuartel a mandar callar a niños insolentes, maleducados, sin valores, con problemas emocionales de tal calibre, que necesitárase un gabinete psicológico personal para cada uno de ellos amen de tal nivel curricular derivado del crisol de contextos de los que provienen los chicos, imposible de compensar.

La inmigración, la escuela multicultural....¡Esa gran patraña! Siempre he dicho que el concepto en sí es altamente interesante, pero su puesta en práctica ha sido desastrosa. ¿Qué multiculturalidad va a existir en escuelas públicas en las que precisamente lo que faltan son españoles, porque están en la concertada o en la privada? ¿Qué tipo de inmigración recibimos en España? ¿Es la misma inmigración de Inglaterra, por ejemplo? ¿De qué sistemas educativos vienen esos niños? Hoy negar que la multiculturalidad en España ha conducido al fracaso al sistema educativo es ir de guay, cuando de lo que se trata es de ser realista y aceptar que esa es una de las causas, de las muchas causas y en este argumento no hay absolutamente ningún tinte racista.

Poner más horas de refuerzo, más compensatoria, más programas PROA...Es invertir dinero en algo muy grande, que es conceder oportunidades para todos, es atender a la diversidad, pero sin grandes resultados, que es lo que parece pedir la administración educativa.

¿No será cosa de que el sistema ha fracasado hace ya unos cuantos años? No será que en los tiempos del wattssap y del IPad se está enseñando una cultura ancestral (que alguien decidió que debía estudiarse) con los medios y las mentalidades de aquellos años de "Hubo un tiempo en que...".






Hoy los alumnos no tienen ni espíritu. Un sexto de Primaria es como arrastrar un burro tozudo que no quiere andar a primera hora de la mañana (se acuestan a las mil), ya ni siquiera tienen ganas de pegarse en el patio, ya se pegan verbalmente en el aula insultándose, faltándose al respeto entre ellos o, lo que es peor, lo hacen los padres a la puerta de los colegios, eso cuando no toca despellejar al maestro en el corrillo de turno.

El respeto a los profesores se ha perdido coincidiendo con la pérdida de valores. Por cierto, no se hable de valores en la escuela, porque eso es adoctrinar...¿Para cuándo una educación emocional en la escuela entonces? ¿Para nunca?

El intervencionismo de las administraciones no ha hecho más que empeorar las cosas. Todo lo que tocan los no entendidos en educación, partiendo de que hay pocos entendidos en educación, se fragmenta y acaba por partirse en mil pedazos.

Los colegios de hoy tienen unas instalaciones del siglo pasado, con profesores ninguneados, mal pagados y mal vistos que no son especialistas en las materias que imparten (desaguisado que intenta paliar ahora el Plan Bolonia), con un milllonario plan de bilingüismo metido con calzador, unos decretos que minan la Ley educativa de turno, una paupérrima inversión en recursos y una inexistente formación en I+D educativa, llave para la actualización del anacrónico sistema. La administración ha creado unos reinos de Taifas en los que nadie se entiende y todos se miran el ombligo buscando salvar el pellejo, los propios profesores, prestándose ahora a morderse los unos a los otros en los deplorables procesos de acceso a la función pública docente o alimentando el negocio de las universidades privadas con menciones o habilitaciones que intentan cortar por el mismo patrón a todo el profesorado estudiara lo que en su día decidiera estudiar primando ahora sólo la cantidad de diplomas que tenga y no su talento para la enseñanza.

En tal panorama, alguien como yo ha decidido que esto no es lo suyo. Tal vez no dentro de diez años siquiera, pero he decidido no alimentar este asqueroso presente y seguir viviendo de un pasado que, no sé si fue mejor, pero sí más ordenado, pues, es seguro que podríamos cambiar el sistema, pero también es seguro que no hay voluntad política cuando el axioma del que partimos es que interesa tener una sociedad que no piense, para que no actue (si no....¿Qué extraño interés hay en las juntas de evaluación para que pasen o no repita alumnos que todos sabemos que no son competentes?).

No sé por cuanto tiempo seguiré en la enseñanza. Tengo claro que yo no alimento una maquinaria oxidada que todos nos empeñamos en seguir haciendo funcionar, cuando todos sabemos que ya no funciona. Yo no soy brazo ejecutor de la ignorancia colectiva ni soy escudo de la ira encubierta de mis alumnos, quienes, en buena lógica, no quieren estar allí, en la escuela de hoy, y no escapan porque la puerta está cerrada, como cerrado están los curriculum, los programas educativos y los portones de acceso a la administración para decir "¡Ey, esto va mal!" y cuyos guardianes son, bajo cuerda, los Equipos Directivos en muchos de los casos.

Tal vez si algún día se abrieran las puertas al cambio...

Tengo claro que no me equivocaba de profesión, la más bonita del mundo, me equivocaba de época: O bien un reciente pasado en el que las cosas tenían un orden o bien un futuro en el que muchos sabemos como podrían cambiar las cosas, pero otros siguen dispuestos a imponer su dogma, mientras las urnas les sigan dando "la razón".

Por todo ello, siento que mis ilusiones se encuentran truncadas....





















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