viernes, 12 de octubre de 2012

RÁPIDOS Y FURIOSOS

Oh, la, la...La vida: "RÁPIDOS Y FURIOSOS".


 
Woody Allen (y su psiquitra) se dieron a conocer en el mundo del cine por reconocer algunos de sus numerosas traumas y neuras. En el artículo de esta noche, titulado "Rápidos y Furiosos", un homenaje a la pésima película "Fast and Furious", bodrio que pude tener la oportunidad de ver hace algunos años junto a una amiga en los cines "Cuadernillos" de Alcalá de Henares, cuya puerta de acceso parecía más la entrada a la GOA de Fabrik que la de un cine de segunda. Pues eso...(que me voy por las ramas), que voy a escribir sobre una de mis principales paranoias: Los coches. Y es que, amiguitos míos, padezco una terrible fobia llamada amoxofobia o "miedo a conducir". En las siguientes líneas os explicaré el origen de este trauma personal y luego nos detendremos a pensar si está, aunque sea un poquito, justificado o no.
 
Si existiera un record sobre la persona que más clases apoquinó en la auto-escuela para poder "aprender" a conducir, ese record lo encabezaría yo, sin duda alguna. Tras haberme apuntado a la auto escuela del barrio de toda la vida y haber aprobado sin problemas el tórico (con 0 fallos, quiere decir...¡puto crack!), pues resulta que a mi jefe de entonces (yo trabajaba en una empresa de mensajería) le entró la prisa porque me sacara el carné de conducir ya que necesitaba un mensajero más para la ruta. Como la sexagenaria secretaria de mi auto escuela no me encontraba hora para empezar las clases prácticas, puesto que yo llegaba muy tarde al barrio, mi jefe me "invitó" a cambiarme a otra. Así lo hice y, tras un enfrentamiento telefónico encarnizado con la susodicha sexagenaria quien afirmó que "nunca en su larga carrera se había encontrado con nada parecido" cuando le dije que había fichado por "Palomero" (sí, sí...auto-escuela "Palomero", la mayor mafia dentro del sector, amen de ser un absoluto desastre).Pues eso (que me vuelvo a enrollar), que me examiné cuatro veces hasta que conseguí aprobar. Yo a la tercera, cuando el gilipollas de mi profesor pisó el freno porque "pensaba" que me iba a subir a un bordillo de una calle de Móstoles a la hora de aparcar materializandose mi suspenso automático (eso lo supe cuando sonó el pitidito), decidí, pues, que no iba a gastarme ni un duro más en una clase que no fuera de maniobras ya que las tres veces suspendí fue exactamente por lo mismo: no saber aparcar, ¿Cómo iba a saber si aquel gilipollas con mala hostia nunca me enseñó? Curiosamente fue a la cuarta cuando (con otro profesor) logré el "hito" después de cerca de las quinientas mil pesetas de la época de desembolso y haber apoquinado también las clases extra exigidas por el Ministerio (esas de cuando "renuevas").
 
Pensando en todo esto, luego llegué a la conclusión de que todo esto de las auto-escuelas y la DGT es uno de los mayores tinglados del país, un sucio negocio en el que ambos ganan y los demás sueltan la gallina sin más porque, claro, cuando cumples 18 años una de las cosas que tienes que hacer es eso: "sacarte el carnet", por eso yo lo hice a los 23 años.
 
La experiencia fue traumática ya de entrada. Ese examen es algo especial. No importa que tengas una carrera, un master en no sé qué o estudios avanzados en no sé cuantas...es especial. Conducir un vehículo es una de las cosas más difíciles que, para mí al menos, existen. Es un examen para mañosos, no para gente inteligente. Es el examen perfecto para fracasados escolares mañosos, no para gente que cultivamos la mente y poco lo manos, algunos quienes, además, rozamos la dislexia mental para todo lo que vienen siendo todo aquello de las maquinitas.
 
Ya tenía coche cuando me saqué el carné: Un R11 heredado de mi tío, una joya de la familia, pese a que tenía más años que la tana. Le pillé cariño a aquel "bandidito" rojo. Comencé a salir (con mi madre al ladito) a moverme por los madriles y sus extraradios en plan dominguero (sí, de los que salen con el coche los domingos). Mi fobia ya era incipiente, pues no había razón para tener a mi progenitora al lado en todo viaje, por cortito que fuera, que emprendía con mi coche.
 
Cuando aquella tarde de viernes salí con ella al IKEA de Parque Oeste a mirar unos muebles y, a punto de tomar la incorporación a la autopista, nos estampamos con el coche de en frente ya que mi vehículo no quiso frenar. (o los mecánicos de MIDAS no dieron pie con bola a la hora de cambiarme el líquido de frenos unos días antes). El R11 quedó como un acordeón y, afortunadamente, nosotros dos ilesos, no así mi bolsillo, que tuvo que pagar un par de grúas, una de retorno a casa y otra para llevarlo a la Renault, una vez que los del taller se hicieron los locos a la hora de pedirles responsabilidades y, claro, estos de la compaía francesa también dijeran que NO podía ser cosa de los frenos (la bomba de freno era también marca Renault, así curiosamente).
 
Tras aquello, estuve años sin coger un coche. Hace aproximadamente tres que me compré mi seat Ibiza Sport (tras las respectivas clases de reciclaje...¡vuelta al apoquine!) y he llegado a la conclusión definitiva de que, efectivamente, lo padezco, estoy tronado, estoy traumado por completo, tengo miedo a conducir, padezco lo que se denomina "amoxofobia".
 
La amoxofobia parece ser una fobia consistente en un pánico, más o menos infundado, a conducir. Supongo que habrá casos en los que la persona que, con sólo pensar en que tiene que coger el coche al día siguiente, le entren los siete males y, tan sólo con meterse en el coche, se caguen con la pata abajo o empiecen a sudar como pollos.
Realmente eso no me pasa a mí del todo. Es más, me gusta conducir, pero tengo miedo a conducir. No se trata tanto de miedo al qué yo pueda hacer si no, y más bien, a qué es lo que los demás pueden (o no puedan o quieran) hacer.
 
Sólo puedo decir que es realmente una putada. Lo es porque no puedes disfrutar de la libertad de movimientos que te permite un coche, sobretodo los fines de semana, ni tampoco ahorrar tiempo de desplazamiento todos los días para ir a tu trabajo.
 
Incluso, y esto me ha pasado, este problema me ha llevado a no poder quedar con tías que realmente me interesaban mucho pero cuyo ideal de tío incluía en el paquete un coche (para que las trajeran, las llevaran o, simplemente, para ir con un tío con coche).
 
No obstante, después de lo escrito, estoy absolutamente convencido de dos cosas:
 
1. Que superar mi amoxofobia es uno de los retos de mi vida y no tengo ningún tipo de prisa en hacerlo (aunque cumpla los 80 años con mi Seat Ibiza Sport).
2. Que mi miedo está absolutamente justificado por las malas experiencias vividas y por lo que sigue...
 
Y lo que sigue es lo que sigue: Madrid, esa ciudad de locos, esa burbuja gris, es el mayor circuito de pruebas del planeta Tierra. Conducir por la gran ciudad es uno de los mayores retos de todo ser humano. Meterse con un vehículo en plena capital a plena hora de la mañana es como ir con un machete en la boca a la selva o correr delante de los leones en la sabana africana. Conducir en Madrid no es sólo dificil, es sobrevivir a una jungla de gente rápida y furiosa.
 
 
 
2 Fast 2 Furious Game Artwork
 
 
 

Es increible el poder de la mente: Muchas personas, incluída yo, le tenemos un cierto respeto a eso de viajar en avión cuando, pradójicamente, se trata de uno de los medios de transporte más seguros del mundo siendo, por contra, el tabaco y los accidentes de tráfico, algunas de las principales causas de muerte en España.
 
Pero en el país en el que "vemos normal lo que no es normal", en el país en el que parece que "el mundó está del revés" nos hemos acostumbrado a escuchar a gente que, con toda ligereza, cuenta a sus amigos que se hizo el trayecto Madrid-Valencia en una hora y media a 140-160 todo el camino. ¿No habíamos quedado en que el límite de velocidad eran 120? (110 según Rubalcaba).
 
No hace falta más que salir a la carretera para poder comprobar que, efectivamente, Dios existe y que si no pasan más cosas, es porque el socio no quiere: Coches que te rebasan doblando tu velocidad, coches que se cambian a tu carril sin señalizar, coches que no dejan que te incorpores a la nacional de turno, coches que se saltan semáforos y pasos de peatones, etc.
 
Entre alguno de los pocos capítulos que he tenido en mi vida de conductor está, por ejemplo, cuando camino de Cadalso de los Vidrios, conduciendo por la Carretera de los Pantanos a la velocidad establecida (80km/h y 60 en las curvas), logré formar una caravana de coches que, cuando salimos a autopista, se cagaron en mi puta madre, la cual iba justo a mi lado. Recuerdo la imagen de una chica, que no estaba mal del todo, mirándome desde la ventanilla de su monovolumen haciéndome un gesto en plan "Vas pisando huevos" (aunque los huevos se los hubiera metido yo en otra parte en esos momentos) todo ello después de haber respetado en todo momento la velocidad que marcaban las señales verticales (80-60) ni más, ni menos y sabiendo de la peligrosidad de la carretera anteriormente mencionada.
 
Por tanto, es este un ejemplo de cómo vemos normal lo que no es normal, así como cuando hay que soportar al paleto correspondiente decir que se va a comprar un inhibidor de radares o que, cuando no ve a la guardia civil cerquita, aprovecha para pisarle. Esos son los mismos que te critican si se suben contigo en el coche y que, si respetas los límites de velocidad, los cuales aprovecho para decir que me parece que están de putísima madre puestos, te dicen que le pises "que estás entorpeciendo el tráfico". Yo pregunto: ¿Entorpecer a quién? ¿a gente rápìda y furiosa? Lo fascinante, como digo, es que esto te lo diga gente que recibe casi mensualmente multas de tráfico a casa porque, claro, "Son unos cabrones; ahora con la crisis no te pasan ni una, no te puedes pasar ni diez kilómetros, porque te quitan los puntos" (no obstante, para eso está Internet, para venderlos o comprarlos).
 
Lo trascente y preocupante de todo esto es que las personas que te dicen esto representan prácticamente un 90% de los conductores. Se ve normal lo que no es normal y, por contra, anormal lo que es normal, debería ser normal o, al menos, está así establecido por Ley.
 
Leí en un libro de comunicación no verbal en el que decía que cuando los seres humanos estamos dentro del coche, sacamos nuestro lado más salvaje; esto es debido a dos factores:
 
a) Porque el habitáculo del vehículo nos "aisla" del resto (o, al menos, esa es la sensación que nos da).
b) Porque estar al mando de un vehículo nos otorga una posición de dominio importante (en este caso es el humano el que dirige a la máquina hacia dónde este disponga).
 
En resumidas cuentas: La gente se comporta como se comporta al volante y, fundamentalmente en las grandes ciudades, por la sencilla razón de que estamos convirtiéndonos en un rebaño de "rápidos y furiosos" estresados, nerviosos, frustrados, malfollados, flipados y piruleros. Esto es tremendamente sintomático de la sociedad que se está construyendo en este s.XXI, el que será el siglo de la decadencia humana de no ponerle freno a cosas que, como estas, demuestran la imperante necesidad de medidas educativas que, como todo mal vicio, como todo mal hábito, debe ser tomado como una cuestión de interés general. Sin emabargo, nuestra clase política se despreocupa de ello, en todo caso hay políticos quienes se dedican, a lo sumo, a juegar con los límites de velocidad, unos subiéndolos, otros bajándolos. El alcohol sigue fluyendo por las venas de todos los españoles los fines de semana y Dios sigue haciendo su trabajo: Hacer normal lo que no es normal y que, para algunos de nosotros, es justamente al contrario.




No hay comentarios:

Publicar un comentario