sábado, 1 de septiembre de 2012

LA LIBERTAD

Esta noche voy a hablar del bien más preciado que tiene un ser humano: Su libertad.
 
La libertad es algo innato en el ser humano; tan innato, que ha sido el hombre quién ha puesto sus propias condiciones a la libertad. Somos libres por naturaleza, pero somos nosotros mismos los que nos hemos colocado los grilletes sobre las muñecas.
 
No existe el hombre libre al ciento por ciento. Hemos inventado una sociedad en la que no todos somos iguales, hay poderosos y hay sometidos, hay quienes mandan y hay quienes obedecen. Estos primeros son los que dicen que si no fuera así, la libertad se convertiría en libertinaje. El libertinaje es la libertad mal encauzada según qué ojos, pero no deja de ser lo mismo, libertad.
 
Las constituciones mundiales son papel mojado porque aseguran que algo tan innato y natural como la libertad es un derecho que se nos otorga (y que, en la práctica, se nos niega a diario). La libertad no necesita estar escrita en ningún sitio, la libertad forma parte de la vida, hace la vida.
 
Nuestra constitución, tan bien escrita, tan asquerosamente falsa, nos otorga una serie de derechos en teoría, de los que nos priva en la praxis. De hecho, no hay ninguna persona más libre que nuestro Rey y nuestros gobernantes. El Rey podría entrar en cualquier casa y pegarnos un puto tiro en el entrecejo y no pasaría nada (por cierto, no sería la primera vez que le pega un tiro a alguien). El Rey es, por tanto, libre de matar. Es el único ser libre que conozco en España, muy seguido a la zaga de los holgazanes que nos representan en la Cámara.
 
Pero en este artículo no voy a relativizar sobre la libertad. Hablare de la libertad como el bien más preciado que tiene el ser humano y mostraré con tan sólo unos cuantos ejemplos cómo la pérdida de la libertad, ya sesgada por las cabezas pensantes de la sociedad, es algo también susceptible de acortarse causando una gran infelicidad, pues no hay mayor pérdida que la de tu bien más preciado: Tu libertad.
 
 
Imagínate que, ejerciendo tu derecho a tener una vivienda digna, emprendes la aventura de buscar una casa dónde vivir. Has mirado en Internet los pisos que más te gustaban a través de los diferentes portales y has decidido ir a ver un piso de tres habitaciones en la Calle Arturo Soria de Madrid. El piso es para tí sólo, porque no tienes pareja y, en realidad, no necesitas siquiera las tres habitaciones, pero tú, en tu libertad, escoges un piso de tres habitaciones porque en una de ellas quieres hacerte un despacho y en la otra, una sala de juegos, con un billar, una diana y un sillón donde golfear con tus amigotes los fines de semana. Cuando vas a ver el piso, te encanta, pero a la hora de hablar de cifras, no te lo puedes permitir, pese a tener una nómina, al menos, no-vergonzosa...Este es el fin de tu libertad: Pagar ese dinero te supondría 50 años de hipoteca, tres cuartos de tu sueldo directos sólo para afrontar el pago de la vivienda.
 
En la primera parte de esta historia, vemos cómo el estado ha permitido la especulación del mercado inmobiliario quién, en su libertad de poner el precio que les sale de la punta de la misma, han considerado que la única forma de poder permitirte ese piso de Arturo Soria o cualquier otro piso, aunque sea una caja de cerillas, sea viviendo en pareja o con compañeros para poder afrontar de una forma medianamente desahogada el pago de la hipoteca. Es decir, que tu libertad para poder elegir la vivienda que quieres en el barrio en el que deseas hacer tu vida ha sido cedida a la especulación de una constructora o agencia inmobiliaria con el beneplácito de aquellos a los que has elegido para que te representen y hagan cumplir la Constitución Española que te garantiza, por escrito, tu derecho a ser libre y a ejercer tu libertad de tener una vivienda.
 
Pero supongamos que tienes piva y que te vas a vivir al piso de Arturo Soria con ella compartiendo gastos. Supongamos que a ella la idea de poner la sala de juegos en la habitación le parece una soberana tontería porque ella ha decidido, suplantando tu voluntad inicial, que esa habitación va a ser por si acaso teneis niños y tú, acatas, (la cosa es saber si acatas de corazón, porque estás enamorado y parte del hemisferio dónde se halla la razón queda inhibido en ese estado de agilipollamiento, o si acatas porque deseas vivir en ese piso, y no en otro, con tu chica, aunque tu sueño de montar jarana los fines de semana en tu flamante salita de juegos se vaya al traste).

Sois una pareja bien avenida, teneís gustos parecidos, a ambos os gusta salir los fines de semana con los amigos, os gusta viajar cuando disfrutaís de vuestras vacaciones o coger el coche y perderos los fines de semana en la playa o en la montaña. Por esto y por mucho más, decidisteís casaros y, al casaros, perdisteís, como es lógico, la libertad de poder estar con otras personas, de tener relaciones con otros hombres y otras mujeres.
 
Las cosas os van bien, salvo por el detalle de tener que dar la mitad de vuestros respectivos sueldos para pagar el pisazo de la calle Arturo Soria, coartándose vuestra libertad de poder gastar ese dinero en otras cosas que os permitan disfrutar de la vida, pero...es lo que habeís decidido.
Como todo va sobre ruedas, habeís decidido tener hijos: Se acabó salir los fines de semana a bailar o a tomar copas con los amigos. Si quereís perderos con el coche por la playa o la montaña, dependeís de otra persona para que cuide de vuestros nenes o bien de llevároslos bien atados en el asiento trasero del coche (coche que has comprado dentro de tu limitada posibilidad de escoger según tu economía, mas no según tu plena libertad). Si quereís iros de vacaciones, se acabó la posibilidad de iros a vivir la aventura a algún país exótico, más bien tendrá que ser a Disneyland Paris o al apartamento de Alicante.
 
Vosotros mismos habeís tirado vuestra libertad por el precipicio...
 
Empieza a haber problemas en la pareja. Decidís, dentro de vuestra libertad, divorciaros. Un juez decide, arrebatándoos vuestra libertad para decidir, quién se queda con los hijos y la cuantía que debe pagar la otra persona (probablemente el padre) a modo de pensión para su manutención. No has tenido ni siquiera, la posibilidad de elegir quedarte a vivir en el piso que escogistes, dentro de tu libertad, para vivir tu vida, en la Calle Arturo Soria de Madrid.
 
 
La libertad es el bien más preciado del ser humano. La libertad es algo innato, natural...que deja de serlo en el momento en el que tiene condiciones por parte de aquellos que hemos decidido, en nuestra libertad, que nos representen, o de aquellos que no hemos decidido que nos reprensenten (bancos, multinacionales...).
El resquicio que nos queda de libertad también nos lo arrebatamos nosotros mismos tomando decisiones que suponen un sacrificio para nuestra libertad. Decidir vivir para los demás en vez de con los demás deriva siempre en un acto de hermosa inmolación que, en algunos casos sí, en otros no, conducen hacia el deterioro mental y físico, derivado del estrés de una vida sin frenos o, mejor dicho, de varias vidas que decidimos vivir en vez de otorgar la libertad de que sean los otros quienes vivan sus propias vidas.
 
Tomamos decisiones por los demás, pensamos por los demás, actuamos por los demás y dilapidamos, con todo esto, nuestro bien más preciado: La libertad.
 
Es dificil ser libre, en un mundo en el que la libertad ha sido maniatada por los libres, pero seguir poniéndole trabas es terminar con el sueño que todos llevamos dentro, es el sueño de ser nosotros mismos, de pensar, decidir y actuar por nosotros mismos...es dejar de SER para, símplemente, ESTAR.
 
La libertad es el bien más preciado que tiene el ser humano. Escoge tu manera de vivir, sea la que sea, dentro de los márgenes de tu libertad y vive la vida sin cesiones, haz aquello que te pida tu corazón, no lo que te dicte "la razón", porque la razón la han prefabricado para tí otros, aquellos a los que tú y otros tantos, les regalamos nuestra libertad, nuestro bien más preciado.
 
Habrá quién, tras la lectura de este artículo de opinión, piense que todo esto es una utopía...y yo pregunto, ¿Quiénes juzgan qué es o no una utopía? ¿Los mismos que nos cortaron las alas de la libertad justificándolo según la necesidad de adquirir compromisos siempre en beneficio de los otros? No, no tienes necesidad de comprometerte a nada, sólo a ser felíz y a tratar de que los demás lo sean, es lo único que es coherente con tu bien más preciado: TU LIBERTAD, ese sueño pequeñito, guardado en una cajita del color que tu decidiste pintarla y que, cuando la abres, te conduce hacia TU PROPIA FELICIDAD.




"Libertad,
Victima del naufragio
Que es el tiempo, la vida, noche perdida en el mar
Que no encuentras el fondo ni la orilla.
 
Libertad,
Puerta abierta que dejas pasar
Felicidad, cuentos de hadas,
quimeras, prenda dorada,
sombra, espejismo, nada.
 
Libertad,
Barco de vela que vuela,
Vagabundo de las estrellas,
Guitarra que por fin suena,
Esperanza verdadera,
Trapo negro es mi bandera.
 
Libertad
Tantos años buscada
Y ahora que todo termina
Sé que toda la vida has viajado a mi lado
Mi pequeñita."
 
Los Suaves (Canción: "Libertad").
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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