sábado, 25 de enero de 2014

ADICTA

Cuentos en el Pinar: "Adicta".
 
 
 
Ella paseaba por el parque con su perra Linda. Era un día soleado, el olor a hierba fresca mojada abría sus fosas nasales al respirar y un paraje verdoso que se bifurcaba se extendía vastamente a su alrededor. Los niños jugaban con los chorros de las fuentes y el agradable calor de primavera secaba sus camisetas mojadas. La suave brisa acariciaba su joven rostro y movía tímidamente su pelo. De repente, sonó un tono como de timbre de recepción de hotel, sacó el teléfono móvil de su bolsito y miró apresuradamente la pantalla.
 
- ¿Qué tal tía?
- Nada, es un cerdo.
- ¿En serio?
- Sí, tía...si yo ya lo sabía. En cuanto me estuvo hablando de la otra, ya me olía algo raro el otro día.
- ¡Qué cabrón! Tú pasa, tía...tú estás bien?
- (emoticono)
- Lo importante es que tú estés bien, tía...pasa de él.
 
El dedo pulgar de su mano derecha de movía a velocidades insospechadas por la pantalla táctil. El tono no paraba de sonar una y otra vez.
 
- Te has ido sin llamarme.
- Perdona, se me ha pasado por completo. Lo he terminado todo, no hace falta que te preocupes.
- Pues sí hace falta, porque mañana viene el cliente antes que tú a la oficina, no tenía otra manera. Me parece mentira que tenga que andar detrás de vosotros para enterarme de las cosas.
- Lo siento, de verdad. Mañana me quedo más tiempo si lo necesitas, se me pasó del todo llamarte.
- Cuando termines de cerrar incidencias si no estoy en el despacho, me llamas.
- Vale, perdona.
- Que no se vuelva a repetir.
- Vale, perdona.
 
Salió por uno de los caminos del jardín principal hacia la calle. Borró unas cuantas fotos antiguas de la tarjeta de memoria mientras esperaba su turno en el "Pizzler". Contestó a unos cuantos mensajes y volvieron a sonar diez tonos seguidos.
 
- Ay, qué envidia!!!
- ¿Te gusta?
- Es precioso, ¿Cómo dices que se llama la playa?
- La Playa del Coral. Ahora volvemos al barco de vuelta. Ya te enseñaré las fotos.
- Sí, cuélgalas esta tarde en el "Framink".
- Acabo de ponerlas, ¿Cuándo te marchas tú?
- La semana que viene, a ver si vuelven los chicos del campamento y nos podemos ir unos diitas.
 
Tomó el camino a su casa. Sonó de nuevo el teléfono.
 
- ¿Para qué me enviáis eso si yo no sé abrirlo?
- Mira cómo te dice "hola" el niño, abuela.
- ¡Qué mono! Estoy deseando verlo. ¿Cuándo venís?
- No lo sabemos, mamá.
- Claro, hijo...pues tú me avisas con lo que sea.
- No te preocupes, vale?
- Con lo que sea me dices.
- Venga, cuídate. Llámame cuando sepas los resultados de las pruebas.
- Pero si eso no es hasta la semana que viene.
- Pensaba que era ya esta semana.
- Yo te llamo y te cuento que me ha dicho el médico.
- Vale, mamá. Te dejo.
- Gracias, hijo. Te llamo, vale?
- Adiós mamá.
- Te llamo, adiós, adiós.
 
Alzó la mirada y se encontró paseando en una ciudad en llamas caminando sobre los muertos. El cielo estaba gris, casi negro y diluviaba con fuerza. Decenas de coches atravesaban destrozados la calzada. Las sirenas y alarmas provocaban un ruido ensordecedor y ella, pisoteando los trozos de cristal reventados del asfalto, arrastraba con su arrugada y deforme mano derecha, llena de manchitas marrones, una correa de perro.
 
Giró la cabeza, se miró en el reflejo de la luna de un local, lanzó un grito al ver su rostro envejecido y se murió.
 
Ahí se quedó...tumbada en mitad de la carretera sujetando en un último esfuerzo su teléfono móvil de "última generación".
 
 
 

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